SONIA NADHEZDA TRUQUE:
DEL AMOR INCONCLUSO

En 1988 con la publicación de “Un habitante del Séptimo Cielo”, Fabio Martínez, escritor vallecaucano, se dio a conocer con éxito en la narrativa de ese momento. La novela contaba, con gran derroche de humor, en un lenguaje sencillo y conversacional, las exageradas situaciones que hubo de afrontar un estudiante latinoamericano en París. A ésta le seguiría “Fantasio”, colección de cuentos en lo que continuando su vocación de escritura desenfadada, afirmaba un estilo minimal, donde lo que se cuenta puede parecer intrascendente (piénsese en Carver), pero que leídos desde el invisible tejido intertextual hace que la verdadera intención demoledora aparezca.

Otro tanto sucede con “Breve tratado del amor inconcluso” (Premio Jorge Isaacs, 1999). En las dos secciones en que está dividido el libro: Breve tratado y Memoria del escritor, se evidencia una postura irreverente frente a la palabra. La palabra le sirve a Martínez para exorcizar la angustia en un efecto de catarsis.

Los textos de “Breve tratado”. se dirigen a explicarse el sentimiento de separatividad del hombre contemporáneo que explicara Fromm. La comunicación es imposible, se tropieza a cada paso con el absurdo de la tergiversación, la incomunicación. Por eso los diálogos que recorren estos textos rebosan ironía y provocan hilaridad en quien los lee. Es el total contrasentido. Hay mujeres que le piden al hombre que les traigan el sol, que le bajen esa nube. Porque además es eso, están contandos desde el punto de vista del hombre que se siente víctima de las impertinencias de la mujer.

Pero no se plantea una lectura de género. Por el contrario, si se le da la vuelta se lee igual, es la metáfora de la soledad. Algunos textos rebosan lirismo, otros procacidad, en otros cosmopolitismo (viajero de vieja memoria) pero en todos los casos hay una intención minimalista.

Algunos textos no superan las cuatro líneas, y en algunos se proponen aforismos muy bien logrados, como el de “Conciencia desdichada”: “Luchamos por la felicidad (la felicidad no se debe buscar en la vida real). Somo una generación amnésica, olvidada y contamos con una concienciencia desdichada”.

Los textos de “Memoria del escritor” evidencian la decantanción de sus lecturas, sus obsesiones respecto a ciertos autores y una indeclinable irreverencia al oficio de escribir. “Lavorare stanca”, escribió alguna vez Pavese y eso mismo es lo que Martínez quiere decir cuando la fragilidad del terreno en que se mueve la escritura es malogrado por los afanes cotidianos.

Es el escritoir y sus lectores, los premios, los amigos, los contradictores, en fin, siguiendo la estructura del libro, esta sección también está recorrida por aforismos, como que: “El escritor ante todo y para bien del oficio, debe por principio, desconfiar de su época” o este otro: “En el difícil arte de la escritura, el escritor se encontrará ante un monstruo imperfecto: el monstruo de la depresión”.

Y bien, la anécdota de que Hemingway escribía mejor cuando estaba enamorado, o la de Horacio Quiroga, perseguido desde temprana edad por la muerte, o la diferencia entre la escritura de un cuento y la escritura de una novela, pregunta que Martínez se responde así: “Un cuento es un orgasmo precoz, una novela es un orgasmo largo y prolongado”.

Este libro refrescante, irónico, es una lectura no apta para amargados.

 

ENTRE AMIGOS

Oh, mis amigos, ya no existen amigos
Aristóteles

Ella se acostaba con el sicoanalista que era el mejos amigo de su marido; él se acostaba con la ginecóloga que era la mejor amiga de su esposa.

Los fines de semana cuando se reunían a jugar-cartas y a comer y higos con