La Academia Sueca otorgó en 2002 el Nobel de literatura a un autor cuya obra "levanta la experiencia frágil del individuo contra la arbitrariedad bárbara de la historia" y plantea si en una época donde predomina el poder político, el individuo tiene aún "posibilidad de vida y de pensamiento".
El escritor galardonado fue el húngaro Imre Kertész, novelista, ensayista, traductor, nacido en 1931 y perteneciente a una familia judía de Budapest.
En su obra , sobre todo en Sin destino, su novela capital, hay una correspondencia entre su vida y la escritura.
En sus libros, Kertész denuncia la barbarie y el totalitarismo. No es casual que él haya declarado que "La fuente de lo que escribo, la experiencia fundamental de mi vida ha sido Auschwitz". Otro factor que ha incidido en ella ha sido su vida bajo el régimen estalinista en su país. El tratamiento literario, artístico de esta experiencia le dan a su obra una dimensión universal.
Desde su adolescencia, a los 15 años fue deportado y recluido en los campos de concentración de Auschwitz y Buchenland, circunstancia que marcó su destino como hombre, como escritor. En 1945 se escapa, regresa a Hungría pero se encuentra solo, pues toda su familia ha desaparecido.
Cuando terminó la guerra se dedicó al periodismo y a la traducción del alemán de autores como Nietzsche, Schnitzler y Freud en quienes reconoce cierta influencia sobre su obra.
Entre 1948 y 1951 trabaja para un periódico que llega a ser el periódico oficial del partido comunista. Cuando es despedido trabaja en una fábrica y luego en el departamento de prensa del Ministerio de Industria. Al ser licenciado decide vivir independientemente a pesar de no tener vivienda propia - durante 20 años ocupa una habitación de 25 metros cuadrados- frecuenta pequeños cafés de Budapest, especialmente el Luxor, donde escribe. En los años 50 y en la década del 60 se dedica a escribir comedias musicales, un género muy popular que no le gusta recordar pero que le ayudó a sobrevivir.
En Hungría, durante el régimen comunista fue un escritor marginal porque fue ignorado por el mundo literario. Sin embargo, pudo publicar a fines de los años 80 El rechazo, una novelatestimonio que hace eco a los de Elie Wiesel y de Primo Levi en el paralelismo entre el goulag soviético y el húngaro por un lado y los campos de concentración por el otro, sin que el libro tuviera ninguna trascendencia.
Luego se publicó Yo, otro. Crónica del cambio (Acantilado, 2002), sobre los cambios que ocurrieron en Europa, especialmente en Francia e Italia, después de la shoah.
En 1975 luego de varios intentos editoriales logra publicar Ser sin destino, que es la historia de un joven deportado. El título de este libro corresponde a la vida de Kertész, signada por el destino y el rechazo.
Kadish por el hijo no nacido, (Acantilado, 2001), es la historia de un sobreviviente de los campos de exterminio que, bajo el peso de ese agobiante pasado y la dureza del régimen comunista, intenta en vano probar que es capaz de amar en un matrimonio. Kadish es una oración por los judíos muertos, por todos los humanos.
Sin destino, su gran novela (Acantilado, 2002), basada en el holocausto tiene muchos elementos autobiográficos.
György Köves, el protagonista hace la narración en primera persona. Cuenta su vida de escolar, de hijo de padres judíos, miembro de una pequeña comunidad que es discriminada y que como distintivo porta una estrella amarilla. Se los odia por ser judíos, por ser diferentes a los demás. Se plantea si esa diferencia es interior o exterior. La historia, transcurre durante la segunda guerra mundial y alude a los bombardeos de los aliados. En medio de todo, György aún escolar, tiene una amiga Annmária que despierta en él el sentimiento del amor.
Su padre es recluido en un campo de trabajo pero se comunica con su familia regularmente por correspondencia.
György, el pequeño héroe va a la escuela pero está obligado a trabajar en una refinería de petróleo y luego en una fábrica militar. En el trabajo a donde lo conduce el tren conoce a otros muchachos: al "curtidor", al "fumador", al "suave", a Rozi, a Moscovics.
Entre los muchachos y los adultos se van perfilando ciertas personalidades e historias, "la misma resignación, frente a un destino irremediable". Sobreviene la primera detención y son trasladados a Alemania. Aparecen otros personajes: el hombre con cara de foca, el de la mala suerte, el sacerdote "rabino", el "experto".
La llegada a Auschwitz- Birhenau está revestida de una gran expectativa, de un ambiente extraño, de tensión, de incertidumbre. Allí son conducidos al destino final y convertidos en prisioneros.
En el campo de concentración los patios, los edificios, los caminos son uniformes y hay vallas con alambre de púas, reforzadas con corriente eléctrica. El crematorio tenía "un olor dulzón y pegajoso, con un deje a residuo químico". La chimenea era "ancha, corta, cuadrada" y había otras iguales. Había un campo para los gitanos, los niños se encargaban de llevar el pan.
Los hombres viejos, las mujeres y los niños son destinados a los crematorios. Se oían gritos, ladridos y disparos. Se llega a un estado de espera y aburrimiento.
La alimentación diaria es muy pobre: toman café, una sopa matinal y un pan con margarina en la tarde.
Cuatro días después son conducidos a Buchenwald donde ya pueden ducharse, se les rapa la cabeza, se los viste con uniforme a rayas y se les coloca una cinta con un número de identificación. Duermen en tiendas de campaña, en lechos de paja vigilados por los perros. Cerca de allí está Weimar, ciudad muy importante en la cultura occidental.
György es trasladado a Zeitz, un campo pequeño donde las órdenes se dan en alemán y donde conoce a Bandi Citrom, todo un personaje... Allí hay suicidios, hombres que hablan yiddish, se niegan a comer y sobreviven de milagro. Gyögy trabaja con la pala, la laya y la horca. Se percata del cambio de fisonomía de sus compañeros y que hay tiempo para decir: "La amistad es una cosa pasajera limitada por las cosas de la vida".
Gyögy experimenta una fuga imaginaria: retorna a la infancia, reaparecen sus padres, pero ante la realidad sabe que la única fuga verdadera es la literaria. Se siente amenazado por la horca y el hambre.
Descubre que ha envejecido, que está casi esquelético, sus zapatos se han convertido en otro órgano de su cuerpo.
¿Se trata de una ficción?
En medio de la confusión, de la inconsciencia, despierta a una nueva realidad, a la realidad de su liberación. Han pasado seis años de detención, su regreso a casa coincide con los mismos días del mes en que se marchó. Se rencuentra con Fleischmann y Steiner, amigos de su padre y va a buscar a su madre.. Se le pregunta sobre lo ocurrido y ante la insistencia responde: "Hay que olvidar los horrores para poder vivir libremente". Y de repente, todo recobró vida...
Sin destino es una novela de dimensiones, humanas, profundas, de tal logro artístico, que está a la altura de La montaña mágica y de El viejo y el mar.
Con esta gran novela, Kertész demostró que si era posible escribir sobre Auschwitz.
El Nobel húngaro acaba de terminar el guión cinematográfico de esta novela.
Su nueva novela se titula La liquidación o La solución tiene como protagonista a la segunda generación después del holocausto, que aunque no lo vivió se humaniza con la historia de los que lo sufrieron.
Kertész ha recibido el Nobel como un honor a la literatura húngara contemporánea. Debió esperar la caída del muro de Berlín para que se lo reconociera como un gran escritor.
Cuando supo la noticia del Nobel dijo: "Recordé aquel sitio remoto y solitario donde escribí mi primer libro, la soledad de entonces y lo que me ha tocado vivir". Agregó que no se premiaba un sólo libro suyo sino la totalidad de ellos, que surgieron de la memoria.
Antes de que se diera el Nobel había dicho que su obra "es un compromiso conmigo mismo, con la memoria y con la humanidad". Y unas palabras conmovedoras y sabias: "En la profundidad de grandes revelaciones, incluidas las que surgen de tragedias insuperables, siempre hay un momento de libertad, un momento que confiere un algo más, un enriquecimiento de nuestras vidas y que nos hace conscientes de la auténtica realidad de nuestra existencia y nuestra responsabilidad para con ella".
Auschwitz para él no solo ha sido un trauma personal sino de toda Europa. Es consciente que los temas se reciben de la vida.
En un artículo que él escribió con motivo de una vista a Jerusalén mucho antes del Nobel, habló sobre el antisemitismo. Cree que este sentimiento surge del subconsciente. A Saramago le reprocha haber comparado a Israel con Auschwitz, pues una cosa es el antisemitismo que es antiquísimo y otra la hostilidad a Israel.
En una entrevista declaró que en sus libros trata la situación, los problemas "del intelectual judío desarraigado, sus crisis de identidad, su situación de apátrida".
El holocausto, dice, lo utilizaron poderosas organizaciones judías para la creación del Estado de Israel.
Auschwitz según él se acabó por la derrota de Alemania pero produjo cambios profundos incluso en países que no lo vivieron.
Asegura que "las dictaduras y Auschwitz generaron en el siglo XX las dinámicas para la total dominación del hombre", y que hoy existen otras formas de sumisión y adaptación implantadas por las multinacionales.
Occidente para Kertész es el símbolo de la Ilustración, de los derechos humanos, de los derechos individuales. Está de acuerdo en que La Mitteleuropa sea una alternativa a la americanización de Europa. |