Alberto Augusto Miranda inserta su creación dentro de una inevitabilidad de lo ambiguo, en el sentido de expresar la paradigmática y laberítica investigación de lo singular a partir de una obra donde el espacio es el discurso y las referencias existen en función de aquel.

Hay aberturas, que son ventanas imaginarias, que se explicitan gráficamente, dentro de un poemario ficticio.

La representación de lo no existente es igual a la poeisis del amor de los dependientes de la visibilidad, tal como explica el propio Alberto Augusto Miranda con respecto a su creación denominada ‘Dolor de cromo’.

Su obra busca sorprender no sólo empleando recursos únicamente plásticos, sino también utilizando textos como soporte intelectual, aunque no como recurso gráfico. El resultado es una creación que es compleja, porque no describe; pero, en cambio, sugiere y la sugerencia es la explicación más acertada de su intención final: romper estructuras, superar los cánones habituales de calificación, exhibiendo en un sincretismo directo una moción artística que parte de lo intelectual para pasar a formar parte inherente del legado plástico.

Esta continuidad que se produce entre idea y acción plástica Alberto Augusto Miranda las combina hasta alcanzar el paroxismo de la perfección. De ahí que existan en su producción artística recursos subconscientes que están adormecidos para que la sorpresa que provocan al espectador y la necesidad de superar la capacidad de generar angustia que de ellos emanan construye un imaginario personal, que es expresivo, potencialmente connotado a partir de una dialéctica de contrarios para mostrar claramente que lo sencillo es alambicado y que lo complejo no siempre busca sorprender sino más bien presentar las llaves que abran la puerta de acceso para desentrañar el enigma.

Joan Lluís Montané