CUENTITO
Devastada la casa,
la casa arruinada.
Mil y una noches no la habitan ya.
Como un jardín su verde Alepo
una tierna madre recordaba.
Acogía a las amigas, palpitaba
por el hijo inquieto. Y el café
ofrecía, en tacitas, a la turca.
Devastada la casa,
la casa arruinada.
Mil y una noches ya no acoge.
La arruinó desde el cielo
la guerra,
en tierra
la devastaba el alemán. Lloraba
la gentil las suyas propias y las humanas
miserias. (No podía odiar.) El hijo
huyó a los montes, allí encontró a un querido
amigo suyo, con él jugó su vida.
Eran caros amigos, se maravillaban
recíprocamente, exageraban
un poco envidiosos, mujeres amores.
Eran caros amigos cuando romper
tú los veías horrorizado a golpes:
un mulo y un antílope.
Devastada la casa,
la casa arruinada.
Pero los dos muchachos viven todavía;
Vivas aún, un poco encanecidas, las madres.
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