Insensato no te detengas en mi fragilidad, cuyo vaho de cenizas
ha remontado tardes de colmenas
No pruebes ese caldo de sueños, que registran lunas fundadoras
de un azufre sediento De violetas desmenuzadas por el choque
del río sobre las piedras de la muerte
No levantes un castillo en mi sangre, que es apenas palabras
de seducción como brasas ardientes y encendidas coronas
en el mar
No desafíes al espejo en su postrera imagen Gestos para el delito
Hoteles de lujuria en paneles crecientes Criaturas que se esfuman,
que diluyen su corazón con los juglares del edén, para tocar
las manos de la nada
Principio y fin en tentaciones de la soledad Con sus cadáveres
rodeados de mariposas De aventureros enemistados con la
barbarie de la sombra
Entregaré a la maga sus collares vibrantes Cuerpos enguantados
de licor, a los placeres de palacio Bocas a las bocas sin salvación
por los confines escurridizos más desiertos.
Fiel a la demencia
Y a las insobornables ruedas del destino. |