Aguardiente forever recoge la poesía que ha creado durante más de 30 años. ¿Cómo asume esta poética?
La reciente edición de Aguardiente forever continúa una 'estrategia' de producción y difusión de mis textos. Desde que empecé a escribir, asumí la idea de publicar siguiendo el modelo -con las distancias del caso, por supuesto- de Walt Whitman, quien editaba Hojas de hierba cada cinco años, agregando textos, quitando otros. Lo mismo hacían Jorge Guillén con Cántico y Antonio Machado con Soledades. Estos modelos se ajustaban a mi ritmo, a mi forma de entender lo que he escrito. Por ello, a Aguardiente... le he agregado secciones de poemas y le he quitado otras que creí desgastadas por el juez llamado tiempo.
¿Haciendo esto se otorga una 'segunda oportunidad' como poeta?
Sucede que el autor de Aguardiente... sigue construyendo su antología personal y es capaz de ejercer la eutanasia. En la segunda parte del libro -y de mi creación poética- hay una renovación de la escritura porque decidí no repetirme, no morderme la cola. Fue darme una nueva oportunidad.
Su voz poética tiene varias aristas.
Cuando un poeta se acerca a la página en blanco, lo que quiere es expresar aquello que lo perturba o inquieta. Yo escribo por ráfagas -12, 15 poemas-, y esto me permite darle diversas miradas o perspectivas a un solo hecho. Por ello, me puedo distanciar del texto, mirarlo objetivamente y darle curso a lo que quiero expresar.
¿Se puede ser objetivo en poesía?
No. Me refería al tratamiento del lenguaje, al formato. Aunque muchas veces sucede que el poema reclama forma, estilo, voz.
Su poesía es, literalmente, música. ¿Por qué su interés por ligar sus versos con la canción popular?
Una de las características de la primera parte de Aguardiente... es visitar y volcar todo mi interés por las culturas populares. Además, me ofrece un marco referencial muy grande: por un lado trato de reconstruir el imaginario de mi infancia andina y, por otro, aquello por lo que luchábamos en los 60, cuando escribí los primeros versos de Aguardiente... Por aquella época me relacioné con músicos populares y viajé muchísimo. En cada pueblo recogía un ritmo, una melodía y una simbología.
En su poesía también hay denuncia.
Desde mi primer poema, como bien han señalado algunos críticos, yo planteo un encuentro de dos culturas (que se ve hasta en la portada del libro): la española y la indígena. Mis poemas son una suerte de quipus cuyos versos son los nudos que cada lector tiene que ir interpretando. Además, yo trato de darle perspectiva histórica al universo andino y, así, reconstruir nuestra historia.
Como promotor de talleres literarios, está muy cerca de los jóvenes creadores. ¿Esto le permite una retroalimentación poética?
En los talleres yo aprendo más de lo que enseño gracias a las inquietudes de los alumnos. Claro, lo poco que sé lo entrego de forma transparente. Tengo una fuerte vocación docente que me vino con los genes. Creo que enseñar es compartir y un ejercicio de humildad.
¿Los poetas nacen o se hacen?
Ambas cosas. Pero, eso sí, un Rimbaud no nace cada 10 años. |