RAÚL HENAO
RAÚL HENAO: (Cali, 1944.) Poeta y ensayista colombiano. Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU. Y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales de Poesía. LIBROS PUBLICADOS: Combate del Carnaval y la Cuaresma (Editorial Gamma, Medellín, 1973); La Parte del León (Ed. Monte Ávila, Venezuela, 1978); El Bebedor Nocturno (Ed. Instituto de Cultura y Bellas Artes, Cúcuta, Colombia, 1978); El Dado Virgen (Ed. Fundarte, Caracas, Venezuela, 1980); Sol Negro (Dos ediciones en Ed. Unicornio, Medellín, 1985 y en la Colección de Poesía de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2006) ); El Partido del Diablo (Poesía y Crítica (Ed. Lealón, Medellín, 1989); El Virrey de los Espejos (El Oso Hormiguero, Editor, Medellín, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte (Ed. Festival Internacional de Poesía en Medellín, 1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamerérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Dos ediciones en Editorial Endymión. Medellín 2008 y en El oso hormiguero editor, 2010) La Belleza del Diablo (Editorial La Bella Cristalera, Madrid, España, 1999); La Verdad en el Vino (Edición del Instituto Caro y Cuervo, “Homenaje” del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, 2012) Selected Haiku/ Haikus Selectos (Medellín, 2010) Poemas de Amor-Rosa (Antología bilingüe, francés & español. Ediciones Sonámbula, Canadá 2012).
EL PASEANTE SOLITARIO
A mi memoria acude el pensamiento de mis paseos solitarios en la ciudad. La muchacha como un claro de luna con la que conversaba en el café Las Sombras vuelve a repetirme enojada: “Sólo puedo amarlo cuando lo busco sin encontrarlo”.
Pero cada día la ciudad está de mudanza. A mí alrededor ya faltan los amigos de otro tiempo, los lugares de otro tiempo. Confieso que también me falta la nostalgia y nada lamento.
A solas en la habitación miro crecer el cactus recostado a la ventana del patio. Y cada mañana, la araña de jardín teje imperturbable su tela de gotas de rocío. El sueño me aconseja.
EL CIRCO
El aire matutino arrastra por la bocacalle las presagiosas letras desprendidas de los periódicos. El verso del adiposo bardo de moda en la tertulia. Vuelan las cometas decembrinas sobre los tejados ataviadas con el blanco organdí de las muchachas casaderas del pueblo.
El circo anuncia su función de la tarde y el público acude a mirar la jaula donde yo mismo dormito buena parte del día.
Me señalan como a una fiera enjaulada y un gramático calvo como un avestruz, salpicado de tinta china, director encastillado y bulímico en una biblioteca de provincia; se presenta delante de mi vista, intentando enseñarme el habla del loro y el perro amaestrado, que sólo ladra en homenaje del amo.
EL MAR VOLUPTUOSO
El horizonte se prolonga en la distancia canicular y polvorienta de la bahía, que a vuelo de pájaro semeja el costillar de una res muerta.
Es el país de la tórtola y el murciélago donde el día y la noche se confunden en las habitaciones desnudas de los hoteles o en los charcos de lluvia que las tardes dejan a su paso en la playa.
El mar recupera luego esa gargantilla de perlas abandonada a lo largo de la costa como un cuello nacarado de mujer al que, poco a poco, cubre la marea de sus besos.
LA REPETICIÓN
Nada tan melancólicos como los viejos barrios del centro de la ciudad donde al mediodía suelen pasear fantasmas más elusivos y sombríos que aquellos que se pasean a la medianoche.
En esos vecindarios desdibujados por el tiempo, no queda asomo de la risa de los niños y escuchamos, en cambio, el eco de nuestros pasos rondando los lugares visitados en el pasado… como si en ellos se nos hubiera perdido algo indefinible que nunca hemos vuelto a encontrar.
Si nuestra identidad personal la define la imagen de nosotros mismos que reflejan las vitrinas callejeras, se explica que, volviéndoles la espalda, queramos caminar hacia ninguna parte y sin rostro alguno…A falta de tener el valor de romper el cristal de un puñetazo o una pedrada.
EL MAZO DE CARTAS
Tener como destino los caprichos de la fortuna, con el As de la locura al lado derecho y un irresoluto rey de copas al izquierdo.
Y luego intentar franquear ese círculo vicioso que separa los celos del amor… que es como navegar a vela en un mar borrascoso, o permanecer, semana a semana, en sus aguas quietas sin viento a popa o a proa que nos acerque a la orilla.
En fin, en el mazo de cartas, la solución a la trama de la propia vida parece tenerla no las tres hilanderas, sino el ermitaño de la lámpara o el mismo diablo hermafrodita que en el pasado nos acompañara en los lances del amor y el desamor,
mientras pasamos las noches en blanco en el cuarto de un hotel suburbano, esperando el amanecer que no llega o siempre nos llega tarde.
LA COMEDIA
Hay entreactos en la penumbra de aquella comedia teatral en la que fuimos Fausto o Don Juan, donde al bajar el telón nos queda solo la certeza de que debemos abandonar la escena representada sin que el conocimiento o el amor nos otorguen finalmente la gracia de recobrar la juventud perdida años atrás.
Y es al encenderse las luces del pasillo que a pesar del desaliento y la desilusión debemos formular nuestro tercer deseo y escapar del edificio ruinoso del drama personal a la intemperie de las calles citadinas donde en los atardeceres, parece escucharse todavía el eco de los pasos y las voces de la multitud, pero en las noches se pasea la luna y en las mañanas el sol.
LOS COJONES
A primera hora de la mañana, me visita una mujer de silueta desleída que me parece haber conocido en un sueño anterior cuando todavía me resultaba fácil separar el sueño de la vigilia, porque ahora, ya no estaba seguro de haber despertado. En fin. La mujer me aseguraba que nos habían presentado en la inauguración de una exposición de pintura surrealista que enumeraba todas las formas posibles de acoplarse a una pareja animal, humana o espiritual, ya que por tradición es sabido que los ángeles y demonios disfrutan del sexo tanto o más que la raza humana. En cuanto a lo animal, recordé al respecto aquel acoplamiento monstruoso de Maldoror -un ser humano- con la hembra de un tiburón, descrito por el Conde de Lautréamont, ese escritor uruguayo afrancesado…y que repugna, al igual que seduce, a los lectores de la más diversa catadura o condición. Pero en aquella visita matinal atrás mencionada, faltaba todo ingrediente erótico oral o genital que había sido sustituido por una escala musical indefinida, arrastrada desde una habitación contigua. Me incorpore del lecho y fui a llamar a mi vecino con el propósito de que bajara el volumen o apagara su equipo de música del cual provenían seguramente esas notas descoloridas como el agua que corre en una alcantarilla. Pero mi vecino no respondió a los fuertes golpes que propiné en su puerta. Opté entonces por bajar en el ascensor y dejar la queja por escrito en la portería del edificio. Saqué un grueso marcador rojo y retoqué cuidadosamente los caracteres latinos de mi escritura como se retoca una estatua de mármol. Me preguntaba por el comentario de prensa que sacaría al día siguiente aquel poeta adiposo que venía escandalizando con sus diatribas y difamaciones la localidad literaria de mi país y que veía como algo anómalo o amoral toda referencia a la antigüedad clásica en un escritor de impronta moderna, cuando era sabido que él mismo se complacía mostrando en público a sus lectores sus grandes cojones copiados de algún museo romano o florentino.
CERRANDO EL CÍRCULO
“La noche por doquier, esto me satisface y casi expreso mi satisfacción
estirando los brazos como si bostezara”. Braulio Arenas.
¡Amores de invierno efímeros como la flor del cacto o frágiles como la semilla del diente de león! pero lo vasto de la comarca que se extiende a nuestro alrededor, señala que debemos reanudar el camino, al modo que se enhebra el hilo en el ojo de la aguja, ya que no nos retuvo en su cubil el canto de las sirenas o los encantos de la Circe lugareña.
Aunque no contemos con el sello de aprobación del guardafronteras, debemos sortear esos muros aledaños y adentrarnos en el país vecino donde cosecharemos quizás el grano que antes no pudimos separar de la paja de nuestros actos descuidados o negligentes.
Pasaron los años de andanza juvenil, pero debemos mantener la espalda enhiesta, como si la suerte nos hubiera favorecido y no mirar atrás, ni siquiera para celebrar los obstáculos que hemos allanado y excedido.
Para bien o mal hay que cerrar el círculo alrededor, un círculo que ha sido también el blanco de nuestras flechas. El horizonte se levanta adelante como la gradería de un coliseo o teatro al aire libre y aunque no escuchemos los aplausos a la comedia representada, no nos reprochemos lo incautos que fuimos o la insuficiencia de nuestra sabiduría mundana.
Para Darío Restrepo Soto.