La caja

 

FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES


La caja, ya sin tapa, rectangular y casi plana, de origen contuvo un regalo: prenda de vestir, colorida, resplandeciente y confortable. Envejecida por el tiempo y el uso, resulta arrojada vacía en la calle, bocabajo y al lado de un depósito de basura. De inmediato el viento, quizás compadecido, la deja bocarriba, abierta, tal como debe ser su vocación, y le va depositando tierra, pequeñas ramas, flores, hojas secas, algún fruto y hasta hierba. Tanto que un pájaro, tras observarla, la anida. Tanto que una niña, asombrada, recoge la caja, su tesoro, y la lleva a su jardín, allí, cuando nazca el pajarillo, la caja ya se habrá integrado a la tierra y la hierba para entonces parecerá una única y diminuta pradera verde y brillante, siempre renaciendo, extendiéndose.