Horacio Pérez del Cerro responde ‘En cuestión: un cuestionario’

 

ROLANDO REVAGLIATTI


“La obra de Antonin Artaud es un hecho desestructurado de todo lo conocido” 

Horacio Pérez del Cerro responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti


 Horacio Pérez del Cerro nació el 5 de septiembre de 1950 en Buenos Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de San Justo, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Cursó, sin concluir, las carreras de Ingeniería Electricista en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, y en la misma universidad la Licenciatura de Antropología Social en la Facultad de Filosofía y Letras, así como la Licenciatura de Psicólogo Social en la Escuela de Psicología Social para la Salud Mental, de Alfredo Moffat. Fundó en 1982 el sello Ediciones El Tranvía. Coordinó talleres literarios particulares y en “El Bancadero”, Asociación Mutual de Asistencia Psicológica. Creó y condujo espectáculos articulados entre poesía, teatro y música en ámbitos argentinos y brasileños. Fue redactor de las revistas “Línea” (1982-1983) y “La Hoja” (2000-2002) y es colaborador de la revista literaria “Ayesha”. Integró el volumen colectivo de poesía “Taltriana” (1982). Su estudio preliminar “Contra la versión perversa de sus carceleros o la malversada tesis vulgar”, forma parte de la antología “Sade. Sistema de la agresión. Textos filosóficos y políticos” (con selección de Flavio Crescenzi, Ediciones El Tranvía, 2002). Como libro electrónico se accede en la web a su “El armisticio del tábano”, relatos I (2015-2017), de prosa poética. Poemarios publicados entre 1985 y 2002: “Multitudes en silencio”, “Los inviernos del fuego” (Antología 1992-1999) y “Crujidos”.


1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? 

HPC: Lo que atañe al acto de creación, corresponde al grado de disconformidad con el mundo que me rodea, y me rodeaba en mis primeros años de la niñez. Lo que sucede es que en aquel entonces no discernía lo suficiente para entender lo que sucedía y me limité, con elementales herramientas perceptivas que disponía, a construir transformando desde lo lúdico, si cabe como acto creativo. 

Recuerdo dos juegos, hoy se les llaman didácticos: uno constaba de piezas de madera y cartón pintado, para construir casas, y el otro, de madera en su mayoría, para construir objetos mecánicos con movimiento. En la actualidad no existen como tales, y tal vez han sido reemplazados por otros materiales sintéticos. 

El primero constaba de unas bases cuadradas de madera terciada gruesa de diferentes medidas, con agujeros cuadrados dispuestos en cuadrícula, en los que se insertaban unos palitos también cuadrados con ranura a lo largo, donde había que calzar unos cartones con forma de ventanas, puertas, barandas de balcón y otras lisas tipo pared, y unos en forma de techos que se engarzaban. Y el segundo, de palitos redondos de diferentes largos, y rodajas de madera a modo de ruedas lisas con ranuras en sus bordes y otras dentadas como engranajes, y agujeros en diferentes posiciones.

Al comienzo seguí las posibilidades que los juegos me permitían. Pero después de un tiempo comencé a fabricar, con cartones y madera, otros elementos que me permitieron expandir, transformar y hasta transgredir las libertades que me posibilitaban, además de combinarlos, uno con el otro.

Estimo este período de mi infancia entre los cinco a siete años. 

 

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

HPC: Vaya pregunta, nada sencilla, más que nada la última.

Con la lluvia muy bien, como cuando comienza un romance, pero si continúa por muchos días sin cesar, me resulta un tanto cargosa o tal vez insoportable.