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ANDRÉS GALERA |
Dpto. Hª de la Ciencia, Instituto de Historia, CSIC
proyecto de investigación BHA2003-01429
artículo publicado en la revista Endoxa año 2004 |
EL CONCEPTO BIOLÓGICO DE NATURALEZA
UN INSTRUMENTO COGNITIVO (2)
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EL SISTEMA |
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Aceptado su común origen, con independencia de la causa, inductivamente agrupamos los objetos naturales en minerales, vegetales y animales. La secuencia no es fortuita indica el creciente grado de complejidad del sistema natural, un conjunto de unidades regulado por reglas constantes. La siguiente tarea consiste en identificar los componentes de cada grupo. Observamos primero y clasificamos después, ordenando el cúmulo de información obtenido. Inventariar la naturaleza es un cometido que seguimos realizando pero en la sistemática actual rige el precepto de la evolución, siendo nuestra finalidad determinar la relación filogenética existente entre los diferentes taxa que componen cada categoría taxonómica (especie, género, familia, orden, clase, etcétera). Para conseguirlo se requiere la colaboración de disciplinas como la anatomía comparada, la genética, la embriología, la paleontología, la bioquímica y cualquier rama del saber capaz de ofrecer información sobre los cambios de fauna y flora habidos durante la historia de la Tierra. Antaño era más sencillo, consistía en reflejar el orden invariable de las cosas establecido en la creación. Bajo esta perspectiva, la tarea se reduce a un sencillo y laborioso recuento de especies y fenómenos.
Ya Aristóteles condujo el tema hacia dos conceptos taxonómicos que hoy son básicos: género ( genus) y especie ( eidos) . Acorde con su interpretación esencialista, la especie es una indivisible unidad natural distinguible del resto por atributos sólo presentes en los individuos que la componen e identifican materialmente. El género reúne especies coincidentes en cierto número de atributos, y una agrupación de orden superior, la clase, aúna los géneros con algunas semejanzas. Las diferentes clases se relacionan por analogías, es decir, por la presencia de estructuras anatómicas con la misma función y diferente forma, conviniendo en la existencia de un patrón morfológico-funcional común (1). La naturaleza se caracteriza por el determinismo de los objetos y las funciones que desempeñan. En este sistema jerárquico sólo el hombre es independiente, carece de vínculo taxonómico, es el rey de la creación.
En el siglo XVIII, encabezando la marcha Linneo, el concepto de sistema natural domina la historia de los seres vivos. Sin embargo, la idea transformista comenzó a proliferar. Por ejemplo, hablando del sexo de las plantas, en 1760 Linneo admite que durante la creación sólo se formó una especie por cada género botánico. La diversidad vegetal posterior es consecuencia de la variabilidad producida por la hibridación. Las especies son hijas del tiempo, pero de un tiempo controlado por Dios. También la hegemonía de la especie humana comienza a tambalearse. ¿Qué es el hombre? se pregunta asímismo Linneo, y responde despojándole de su contexto social, retrotrayéndole a su forma animal bajo la denominación científica de Homo sapiens . El hombre es una especie perteneciente al grupo de los primates, es el primero de los monos. Y no le faltan compañeros de viaje en su transición hominida. Homo troglodytes , marinus y caudatus , son su parentela según la fantasía linneana. Habla y te bautizo le dice el cardenal Polignac al parisino orangután del Jardín de Plantas durante el literario diálogo que D'Alambert mantuvo con Diderot (2). El clérigo subrayaba la semejanza intraespecífica. Otros antropólogos, Friedrich Blumenbach por ejemplo (3), adoctrinaron en la diferencia recuperando el Homo sapiens el cetro perdido. Sin embargo, la derrota era cuestion de tiempo. La kantiana arqueología de la naturaleza muestra la pétrea la imagen del pasado y nuestros ancestros se hacen de carne y hueso gracias a los fósiles. La humanoide fauna linneana, con otros nombres y bajo otras formas, toma su versión más acertada con la interpretación filogenética promulgada por la teoría de la evolución reconstruyéndose, tal y como pretendía el naturalista sueco, la unidad de la naturaleza fracturada por el desarrollo cultural de la humanidad. El hombre es otra especie más inserta en una naturaleza que no ha hecho excepción alguna con él, como suscribe Kant sintonizando con el planteamiento linneano (4).
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Notas |
(1) Aristóteles, Anatomía de los animales , Madrid, Espasa-Calpe, Nueva biblioteca filosófica, t. LXII, 1932, cap. II y III, pp. 19 y ss.
(2) Diderot, Escritos filosóficos , Madrid, Editora Nacional, 1983, p.110.
(3) Cf . Johann F. Blumenbach, Manuel d'histoire naturelle , Metz, Collignon, 1803, vol. I, p. 7.
(4) I. Kant, Crítica del Juicio , Madrid, Espasa-Calpe, 1984, 3ª ed., p. 343. |
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