Endechas del último funámbulo

BERTA LUCÍA ESTRADA ESTRADA


A MODO DE INTRODUCCIÓN

Corrían los años 70 del siglo pasado y en la universidad, mis compañeros y yo, nos enamoramos de un autor irreverente, que se asemejaba en gran medida a autores que la historia de la literatura había denominado como malditos. Hablo de Lord Byron, de Oscar Wilde, de Herman Melville, de Arthur Rimbaud o de Charles Baudelaire, para no nombrar sino a unos cuantos. Su nombre, Malcolm Lowry (1909- 1957), quien había escogido para su vida el camino del alcohol como fuente de creación literaria. Un genio que escribió una de las obras cumbres de la literatura del siglo XX: Bajo el Volcán, una obra siniestra, dolorosa, poética, una tragedia al estilo griego, donde la fuerza del destino es ineluctable y las Furias juegan con los protagonistas como si fuesen marionetas en sus manos alargadas. Pero también una obra críptica, llena de códigos y en gran parte autobiográfica. Un descenso al infierno y a las tinieblas. Malcolm Lowry me perseguiría a través de los años, he vuelto a releerlo con un placer y una reverencia que sólo dan los años y la madurez. He leído todas sus obras, y dos biografías que han explorado su vida y sus fantasmas: Malcolm Lowry, una biografía, de Douglas Day (1973) y Perseguido por los demonios, de Gordon Bowker (1994); lo que me ha permitido comprender a este genio tan desconocido en los medios académicos. La lectura del conjunto de su obra hizo que el amor que llevaba escondido, en algún lugar de mi intelecto y de mi sensibilidad artística, renaciera con un ímpetu y una energía que sólo la escritura puede conjurar; de ahí nació este libro: Endechas del Último Funámbulo.


EL LADO OCULTO DE LA LUNA

 

En los bares

de mala muerte

se esconde,

detrás de una botella

de whisky barato,

el Cónsul de Bajo el Volcán.

 

Una vieja pipa entre los dientes,

una corbata ata los pantalones,

recito a Dante

con mi acento británico.

Soy el eterno escritor

de Bajo el Volcán.

 

Las Furias,

perpetuas musas,

me vigilan,

lanzan un vaho

que marchita las flores,

escribo

no sucumbo

a la ignominia

de su dictadura;

a mi destino.

 

Soy una sombra

de mí mismo.

Vago a la deriva

en un vagón

que no atraviesa

ningún país;

la locomotora no sirve

y un sonámbulo

hace de maquinista.

 

Mi cuarto de hotel tiene una cama siempre deshecha, en un rincón hay un vetusto escritorio de roble y encima una máquina de escribir Remington comprada en una venta de garaje. El armario permanece abierto y todo en su interior es desorden -como el caos de mi vida-. Al frente de mi ventana está la feria, su rueda de la fortuna gira a la inversa.

 

Huelo a agua de colonia

comprada en un mísero almacén

de un oscuro suburbio.

Con la pipa entre los dientes,

interpreto

el papel de un exitoso

escritor britano.

 

Con la bocina del teléfono

al revés,

intento en vano

llamar a Shakespeare,

o hablo de literatura

con Melville.

 

Así escapo de Ares

del pandemónium

que pronto ahogará a Europa.

 

El temible Minotauro,

encerrado,

dará vueltas y vueltas

y nos perderemos

en las galerías tenebrosas

de su laberinto.

 

No tengo ejércitos.

Soy una hoja

sacudida por la tormenta.

 

Huyo.

Escribo.

Soy un Byron moderno,

fatídico poeta inglés,

desaviado

en el bajo mundo neoyorkino.

 

Las hojas del manuscrito tienen manchas de café, están arrugadas y no termino nunca de hacer correcciones. No paro de trabajar, paso la noche en permanente ebullición; como un volcán a punto de explotar. En el día escribo, corrijo, escribo, dicto, borro y vuelvo a escribir. Estoy deshecho. ¡Qué difícil es escribir, una verdadera tortura!

 

Soy un marginal,

perdido en mi exilio interior,

fugado

hacia un mundo ilusorio.

 

Las ventanas no se abren

no dan a ninguna parte,

la luz se tropieza

con la sombra.

 

Hay huellas invisibles

en el camino del agua

y los guijarros,

que las señalan,

se han ido en la corriente.


RULETA RUSA

 

Vivo en el claroscuro

oprimido bajo el  vestiglo del océano.

juego a la ruleta rusa

con mi amigo suicida,

camino una vez más

sobre la cuerda floja.

 

Olvido la pértiga

necesaria al equilibrio,

alguien ha quitado

la red de protección.

Los seres de ultratumba,

esperan mi pronta caída.

 

Celebro así

el Día de los Muertos.

En vez de vara,

para no caer al vacío,

llevo en las manos

una botella de tequila

y otra de mezcal.

 

Los abucheadores

se enardecen

a cada uno de mis pasos.

A lo lejos

las flamas

cierran un círculo nefasto.

 

Funámbulo-sonámbulo

avanzo lento

e ineluctable

hacia la otra orilla.

 

La ebriedad,

eterna cómplice

de mi agonía.


DIOS DE LOS OJOS CONGELADOS

 

Soy un cautivo

de mi propia verdad,

sólo a ella temo.

Escapo de mí mismo,

en el reflejo borroso

de mis demonios.

 

Dios de los ojos congelados.

 

Me han maldecido como al Capitán Acab. Compartimos la obsesión, él por Moby Dick y yo por la literatura y el alcohol.

 

Malcolm Lowry duda de Malcolm Lowry.

Soy el carpintero de mi propio ataúd

y el señor de todos los mares.

 

En este encierro metafísico

pierdo mi astrolabio,

soy un Diógenes a la inversa,

de la tiniebla.

 

Vago por las breñas

de la desesperanza.

 

Condenado a navegar

por espejismos,

me rindo

en mi sola angustia.

 

Detrás del mostrador,

velada,

Némesis me contempla

mientras prepara el brebaje.

 

Sus ojos

me miran desde el fondo del bar,

no hay escapatoria posible,

ella lo sabe.

 

El tiempo no pasa,

se estanca el dolor,

me hace su presa

y ya no me abandona.

 

Soy reo ausente en destierro.

 

Perdido el primer combate

ruedo

en un declive sin fin.

 

Mi obra es un faro de tinieblas y angustia, algunos autores salen del agujero con sus libros; yo, en cambio, me hundo cada vez más a medida que escribo.

 

Cavo un túnel,

rompo los barrotes,

escapo de la celda.

Pero,

¿cómo me evado de mí mismo?


AMICUS EST TANQUAM ALTER IDEM *

 

Te he cantado–contado

amigo

la pesadumbre

de un marinero

que sobrevivió

a tempestades y naufragios,

que acalló

el deje lastimero

de un volcán.

 

Te he cantado-contado

amigo

la soledad de un hombre

que vio como la araña

destejía los hilos

de su cordura.

 

Bebí ron, tequila, mezcal,

me emborraché

en burdeles sin memoria.

En una noche atroz

-la luna colgaba de una mortaja-

dejé de ser doncel

con una meretriz

sin rostro,

 

no hablaba mi lengua,

pero entendía el lenguaje

universal del dinero.

 

Desde entonces,

el recuerdo de ese antro

me acecha en las noches,

el miedo a la sífilis

me corta el aliento;

para ahogar la sed

me emborracho eternamente.

 

Sombras siniestras

opacan la mía,

pregunto:

¿Qué hacen aquí?

Sólo escucho el eco

apagado de mi voz.

Indago sus rostros,

una mueca burlesca

los adorna.

Miro los cuencos vacíos

de sus ojos,

una mirada de odio

me enceguece.

Comprendo que soy

un maldito

entre los malditos,

un réprobo

entre réprobos;

y que sin darme cuenta

he traspasado

el umbral del orco.

 

 

Te he cantado-contado

amigo

las endechas del último funámbulo

el que danza en la pértiga de los astros.

 

* AMICUS EST TANQUAM ALTER IDEM : (latín). Un amigo es lo mismo que uno mismo.


 1a Edición: Endechas del último funámbulo (Obra ganadora del concurso nacional de poesía inédita Meira del mar, IV versión VIII Encuentro de Mujeres Poetas de Antioquia 2011).
2a edición: Version revisada y corregida, Pijao Editores, Colombia  y Grupo Editorial Sial Pigmalión, España – 2018)


Θ Sétimo Encontro Triplov na Quinta do Frade
Casa das Monjas Dominicanas
17 de novembro de 2018