FEDERICO RIVERO SCARANI
Te inmortalizaré, Dulce Keidin, será tu bella condena
“Muchos buscan su droga para escapar de este jardín”, (Grafiti).
I
Busco tu abrazo
en la cerradura de las oras
en esta ciudad del llanto.
Los rosales de la fronteras entre la aurora y la mañana
me cobraron peaje
sí, supiste lastimar,
esa es tu Condena.
II
En la noche
en la noche
cae la helada
contigo a la deriva
vamos hacia un mar lejano
esa oscuridad nocturna
esa sensación de nada;
de los charcos el reflejo
de estancadas aguas negras,
juntos subiremos la escalera de lirios
vamos, acompáñame,
estaré en la estación
y ahí me encontrarás quieto,
meditando, sonriendo, aburrido.
III
Te hablo desde el Dolor
desde las vértebras raídas
te hablo y no escuchás
te insisto te quiero
pero vos sos la tumba
de mi cuerpo dolido
de mi alma empeñada.
IV
Ella se vistió co su mejor ropa
y todo su discurso
lo gastó frente al espejo.
Hoy es una mañana donde los pájaros
no vuelan torcido como las copas de los árboles
cuando sopla el viento fuerte,
hoy gorjean, cantan cariños
de lunas pasadas.
Hay viento, frío del sur, el sol calienta
en este octubre de aniversario
cuando elegiste llegar a estas tierras
tierras verdes de Esperanzas.
Pero me dejaste,
soñé contigo mil veces hasta la fiebre,
me abandonaste, aunque debo reconocer
que te expulsé de mi vida incierta
como un bote que se separa del barco.
Quizás por eso
esta mañana los pájaros apenas vuelan
por el viento sur
por la nostalgia,
cantando amores van
de sangre y crepúsculo
arrebolados.
V
No busques los Milagros
aguarda a que ellos te encuentren.
VI
El jardín fue transformado
en un Mercado de Flores
mientras, el Hombre
que buscaba consuelo,
comenzó a replantar escondido,
sutil y enamorado, flores caídas de los bouquet.
Luego, las diosas lloraron
cuando El murió a las tres de la tarde
en una cruz / cross
hecha de luz de penumbras
con sombras arrancadas de una Noche / Nuit.
VII
Eres la mejor adicción de mi vida alterada.
En tus ojos brillan joyas
que son Drogas con las que me estimulo.
Aprecio también en tu mirada
el candor de mujer extasiada, mojada,
y en la superficie de tus aguas
me sumerjo
solo en ti,
diamantemente azul,
mujer de cinco estaciones.
VIII
Hirió sus ojos para no oír más
el lamento
de las flores pisoteadas,
abandonadas así
en los confines de la tarde.