JOSÉ REPISO MOYANO
Si en un país manda la mentira, no te conformes. Si manda la doble moral o la corrupción o la falsa justicia, no te conformes. Si manda la incoherencia o la hipocresía hasta tal punto que hacen pasar cualquier mal por bien, o cualquier sinrazón por correcta razón, no te conformes y, además, no apruebes ningún respeto del cual presumen, ni ninguna lección de moral que hagan, ni ninguna educación que miserablemente se atribuyan.
No les des facilidades por mucho “bla-bla” buenista que algunos te vendan tan pillos y aliados con los poderes fácticos (que tú precisamente los tendrás en tu contra), no les des apoyos (como ser colaborador, consentidor o SEGUIDOR) por muchas amenazas (como viles-sutiles revanchas y linchamientos) o por muchos maltratos (como el cerrarte una y otra puerta) que recibas de ellos.
En rigor, no les des la obediencia, la atención o el silenciamiento que te piden. Más bien lo contrario por dignidad misma del bien o por rebeldía puesta en un “BASTA YA”, o sea, de una vez en un “acusarlos de inmoralidad” frontalmente o en un “frenarlos a imprescindibles descalificaciones” en sus ya realizados (pero impunes) males.
¡Por Dios!, no les des jamás de los jamases una adulación o una falsa o inconsecuente calificación, ¡jamás!, aunque te silencien o te desacrediten cobarde y cínicamente, aunque te pisen hasta el aliento, ¡jamás!, aunque te vendan que tienen muy buenas intenciones o que tienen un fondo angelical (¡qué fácil es ya el aparentarlo!) o, para más inri, te biendigan que cumplen las leyes así u otros cuentos sucios o estúpidos.
En determinación, ¡siempre!, lo que hay que hacer es no ceder a sus amenazas (al bien) o a sus procedimientos de errores, no ceder nunca y, aun, ni siquiera entrar en sus juegos de ceguedad y de maldad, ya pase lo que pase y ya te quiten los derechos que te quiten, ¡eso es!
Y lo que hay que decir, en exactitud, es, ni más ni menos, todo grito o razón acusatoria (sí, que los acuse de pisotear siempre a la ética) que sea necesaria; ya pase lo que pase, sin miedos.
En claridad, el ser humano que es ejemplar no se deja corromper, ¡es obvio!, no se deja confundir por Redes Sociales o por medios de comunicación convencionales que equivocan siempre, no se deja arrodillar por algún nazipoder o no se deja convencer por tantos intelectuales llenos de seudointelectualidad o llenos de complicidad con más y más sinrazones. Así es.
La ejemplaridad en suma requiere que de verdad lo sea, sí, sin que deje pasar algún consentimiento con lo que es falso o cobarde (en hacer el bien) o irracional. Más claro, requiere que no tenga ni sostenga alguna apariencia o FORMA (sí, de hecho toda forma es “nazi” usada tan únicamente como forma) que no la apruebe el correspondiente fondo ético que en conciencia generará ya el mismo bien.
La ejemplaridad, ¡siempre!, no ha de producir nunca preparados o intereses de poder, sino solo conciencia o efectos de un distinguirse bien las injusticias; y no ha de producir nunca formas, sino siempre conscientes contenidos individuales que actúan, sí, que ya desarrollan más contenido consciente a la sociedad; y, además (es necesario señalarlo ya de una vez), la ejemplaridad no ha de producir nunca leyes-normas, ¡no!, sino solo cumplimientos-deberes exigibles de racionalidad que dignificarán siempre-siempre a cualquier bien.
Así es.
José Repiso Moyano