PABLO PICASSO |
«Yo, Picasso»: genio y chamán |
«Yo, Picasso» era su frase favorita. Fue un desesperado por la vida y la arrasó. Notuvo límites. Ni para crear, ni para doblegar. Ni para beberse el arte, elalcohol y los burdeles; ni para encerrarse en silencio, para crear. El 8 de esteabril se cumplen los treinta y seis años de suadiós(¿A Dios?). Hoygrita, gime, increpa y resiste desde el«Guernica», su obra maestra. Desde ese cuadro que es historia, que escribió laHistoria, y que es emblema de libertad, «Yo, Picasso» sigue alertando a losinocentes de la Tierra. En el corazón de este mundo trémulo, su clamor pictóricoy vital tiene hoy, aún más entidad. Niño prodigio y superdotado; comunista y pacifista, o burgués. Tierno ycruel; amigo y traidor... aquella vez. Aunque ardió en su fuego, salió siempreileso, él. Calcinaba a los otros. A las otras. Las mujeres eran sus diosas,pero también, «frazadas para limpiarpisos» y «máquinas para sufrir». Sus ojos desorbitaban destinos. Lo rodeó lamuerte y lo abrazó la vida, hasta los 91, cuando nos dejó. ¿Quién fue: Eros oTánatos? Fue un chamán, un genio; elmayor artista del siglo XX y hasta ahora sin parangón. Pintor, escultor,grabador, dibujante, su obra fue decisiva para el desarrollo del arte, inclusopara el diseño gráfico, la ilustración y el cómic. Ganó un dinero incalculable;mientras otros artistas morían de hambre, él vivía en castillos y, cuando susobras los desbordaban, no los vendía: compraba otros. Se declaraba pacifista y fue miembro del Partido Comunista Francés, hastasuadiós.Pero si bien la obra delPicasso de los 20 años, refleja el desconsuelo de los excomulgados de lahumanidad, el delos cuerposabismados, y el de los ciegos, después nunca mostró explícitamente un compromisocon el dolor universal. Hasta queel demonio nazi aliado a ese otro amo de los infiernos —el Generalísimoespañol Francisco Franco— se encaramó en pájaros asesinos. Pájaros-aviones quebombardearon la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, yla muerte puso huevos en la herida. ¡Ohruiseñor de sus venas!(García Lorca). El chamán Picasso reaccionó de inmediato en favor de losrepublicanos.Henchido de ira ypletórico de arte, pintó el célebre «Guernica». El «Guernica»— ese extracto de universo sin palomas. El «Guernica»— eseextracto de sangre, rebeldía y llanto, a partir del cual hay unantesy undespués. Unantesy undespuéspara la pintura; unantesy undespués —o debería haberlos— en lasconciencias de quienes miran esos tres metros de alto y ocho de largo, de arte,furia y piedad. Con esta pintura, nada más —y nada menos—, que está en el Museo«ReinaSofía»de Madrid, hubiera sido suficiente para la gloria delgenio. El«Guernica»es un alegato contra la guerra, contra el terrorismo franquistay contra todo fascismo. La violencia, las madres,las mujeres, la maternidad, la sexualidad, laten en esa obra, como un retratodel espanto. Fragmentos de vidas y muertes, son pequeñas imágenes de la granimagen de un caos organizado, en la obra suprema que exige Libertad. De un lenguaje pictórico sorprendente, es el trabajo de un maestro de lacomposición que revela, a la vez, la mirada inocente de un niño. Así fue Pablo Picasso.Depequeño pintó como un adulto, y recién en su madurez, recuperó su mirada deinfante: «Desde niño pintaba comoRafael, y me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño». Cierto, no esfácil recuperar la inocencia. Pero nunca estuvo solo para buscar su mirada virgen; un año antes demorir, cuando tenía ya 90, dijo que la muerte fue la única mujer que lo acompañósiempre. Y entonces, las trecediosas«oficiales»que fueron susfrazadas para limpiar pisosy que, sin embargo, lo amaron incluso hastael suicidio... ¿Qué hicieron? Animalen celo Quiso ser libre como el mar, y resultó esclavo de su sed hacia todo yhacia todas. Como un animal en celo,necesitaba de las mujeres,con la misma potencia con que las mimaba primero, y maltrataba después.Se desesperaba por las adolescentes, quería probar toda forma de sexo, ahogarsede pasión para mejor emerger. Si hasta fue sospechado de homosexual por elnovelista Norman Mailer. ¡Vaya «delito»! Despuésde haber pintado «Elpicador»,en La Coruña a loscuatro años, se enamoró de Carmiña.Él tenía diez octubres; ella es«Laniña de los pies descalzos», cuadro que el Maestro conservó hasta suadiós. Jadeante de deseo y tórrido de delectaciones, de allí en más todos susamores —¿sabía amar?— se convirtieron en pinturas. Por sus etapas: azul,rosa, cubista, la de cercanía alsurrealismo, la expresionista, las de las máscaras africanas —por todas, despuésde Carmiña— desfilaron muchas de sus mujeres. La cupletista célebre JosefaSebastiá— «La Chelito»; las que surgieron de aventuras, producto de lafrecuentación de cabarés de París, Barcelona y Madrid y más. Hasta que llegó —le llegó—Fernande Olivier. Con ella convivió en el barrio deMontmartre, en París, pero se escapó delhogarpara crear otro con Eva Gouel,a quien llamaba«Ma Jolie»(«MiLinda»). 1917 le regaló a Olga Koklova, bailarina del ballet ruso, al que abandonópor Don Pablo Ruiz Picasso, llamado así hasta que —por rechazo hacia su padre—comenzó a firmar sólo son el apellido de su mamá. Al año siguiente se casaron:laprincesafue la única esposa dePicasso ante la ley; a partir de entonces, se integró la «alta sociedad» y viviócomo un burgués. La rusa aristocrática, se había presentado ante él, altiva: —«Soy Olga Koklova, la sobrina del Zar», tronó como si susurrara, altiempo que descubría su escote de aguas sediciosas frente al sediento de todased. Bellísima sobre su metro 55 de estatura, en las obras de su esposoapareció como una tonta, empecinada, e insatisfecha. ¿Existe la realidad oexisten los ojos que la miran? El primer hijo de ambos,Paulo, nació tres años más tarde, y ayudó adisimular el fin del amor, que seanunciaba. Con sus monerías infantiles, regocijaba a las arenas de la CostaAzul, al tiempo que la decadencia de la pareja encontraba su apogeo. Como si su vida hubiera sido unbest-seller,la historia del Genioestuvo signada también por la tragedia.Paulo, con quien siemprehabía sido indiferente, murió de cirrosis y alcohólico; y —por una perversióndel destino— su nieto Pablito se suicidó el día de la muerte del artista, puesJacqueline Roque, su última y dictadora compañera, no lo dejó entrar al funeral.El pequeño bebió cantidades de lavandina, y se fue de la Tierra... ¿Con suabuelo,a Dios? Picasso había fumadoopio en Paríscon Apollinaire, Mirbeau, Lautrec y Modigliani. Buscaban semillas de sueños parasembrar la aurora. Fumaban para soñar. Y como un sueño llegó a su vidaMarie-Thérèse Walter, cuando ella tenía 17 años y él 46. Era 1927. El deseo erótico se sumaba al placer de la aventura; el secreto de losencuentros era absoluto, para evitar problemas con la ley, por la edad de laadolescente. Cuando nació María concepción, Maia, la hija de los dos, Olga fueabandonada. Y también, a su turno, Marie-Thérèse, quien, sin embargo, siguióasistiéndole con devoción: le cortaba las uñas y el pelo y las guardaba, en unorden cronológico estricto, pues él temía que le hicieranbrujerías.Escribió a su amado durante treinta años; y finalmente, cuando él murió, sesuicidóen la casa de Picasso en laCosta Azul. Los ojos verdes de la fotógrafa yugoslava Dora Maar, le llegaron de lamano de Paul Éluard y su dulce esposa Nush, quienes los presentaron en un caféde París. Corría 1936 y el chamán cayó rendido ante su belleza e inteligencia.Pero... ¿Es que él se rendía ante algo o alguien? No, también desertó de aquella mirada esmeralda, para tomar de la mano aFrançoise Gilot, en 1943, con quien tuvo otros dos hijos: Claude y Paloma. Dora, brillante y talentosa,había fotografiado toda la etapa del Guernica, mientras sufría escenas decelos, que continuaron después dela separación. Cada vez que él la encontraba con alguna posible pareja,hacía escándalos mayúsculos; para su delirio, cada mujer llevaba la «marcaPicasso» y a ella se debía. Dora terminó en un manicomio, y finalmente se hizoprofundamente religiosa. Fue Jacqueline Roque, su última mujer, la única que pudo dominarlo,bueno... apenas; trató de aislarlo de sus amistades, hijos y nietos, lo acompañóhasta el final. Después de la muerte de Picasso en 1973 en Mougins, Francia, sepegó un tiro, pues no encontraba un sentido a la vida, sin él. Están enterradosjuntos, en los jardines del Palacio de Vauvenargues, que Picasso había comprado,pero donde nunca había vivido, en la Riviera Francesa. Mientras se comía lavida, sin saberlo, había preparado su propio sepulcro, suntuoso. El arte aquemarropa Casi todas sus mujeres escribieron libros sobre él. Pero cuando FrançoiseGilot, publicó«MiVida Con Picasso»,él no quiso ver nunca más a los hijos deambos, Claude y Paloma. Con la única que se frecuentaba a veces, era con Maia,hija de Marie-Thérèse, se recordará. Ya grande, ella reconoció que su padrehubiera deseado guardar consigo a todas las mujeres; como un coleccionista, lasclasificaba por color, forma y espíritu. Como a lasmariposas. ¿Cuál de sus mujeres fue la más amada, si es que amó a alguna, más alládel ansia de poseerlas todas? Quizás lo fue la más oculta, la poeta GenevièveLaporte, más de 40 años más joven que él, bella, refinada, sutil. Aparentementela relación duró un lustro, pero jamás la olvidó. «Nunca podré ser más que tuspinceles /Ser obra de tus manos /Estar dentro de ti», reza un fragmento dealguno de sus poemas para él. Pero todas le escribieron versos. Y también él escribió, entre cuyoslibros, el más conocido es la obra de teatro «El deseo agarrado por la cola». Éllo podía todo. ¿Todo? El poeta Guillaume Apollinaire lo escuchaba y acompañaba, con el afectode los amigos verdaderos. Curiosa vida: en 1911 un empleado suyo robó algunasestatuillas del Museo del Louvre y las vendió a Picasso. Apollinaire fuedetenido por la policía francesa y el genio fue llamado a declarar. Dijo noconocer en absoluto al poeta. Fue una traición. ¿Y cómo llamar a las expresiones de Joan Miró, cuando, con su esposaPilar, se enteró de la muerte del gran Maestro?«Pilareta—se alegró— desde ahora el número uno soy yo». Cadapalabra es un autorretrato: aquí, el deMonsieurMiró. Pablo Picasso dejó un imperio y sus herederos viven en torno de sufortuna; salvo Paloma Ruiz Picasso, hija del pintor y de Françoise, que tiene supropio imperio de fragancias, joyas y bolsos. A ella le correspondieron 30.000millones de la herencia, es dueña... hasta de rascacielos y, con su hermanoClaude, compraron la islaPetaliousen Grecia, a la cual casi no van. Amaba a su papá: le importaba su inteligenciay su bohemia; ríe cuando cuenta que —ante ciertos gastos— le escuchaba siemprela mismarespuesta:«¿Creesque eres la hija de Rockefeller?». Picasso, ¿Eros, Tánatos, o ambos? Quizá ninguno. Picasso era un genio, ya los genios no se los suele medir con la misma vara que a todos. Tienen la«pasión del Absoluto», de la que escribió Louis Aragon, aunque no se refería aellos. Son seres para quienesnada essuficientemente«algo». Aunquetengan una vida social activa, están aislados. Necesitan encontrar-se en lasoledad, su único lugar posible. ¿Saben amar? El arte es un amante tan exigenteque quiere al hombre todo entero, según Miguel Ángel Buonarroti. «Nunca podréser más que tus pinceles», había comprendido sabiamente Geneviève. ¿Hay un lugar cierto para alguien más, en la vida de un genio o de unartista? No, salvo si ese alguien sólo acompaña como una«frazada para limpiar pisos»; o si escapaz de no perder su propia libertad interior y de conservar su propio mundo,en lugar de subordinarse al genio y dedicarse a la ceremonia de su adoración.Una de las pocas excepciones fue la conducta de Johann Sebastian Bach, quientuvo una cotidianidad aparentementenormal.No hay muchas más. Aunque transiten las sombras, ellos tienen gula de luz. Tienen furia dehurgar en sus propias ventanas, hacia adentro, para encontrar ese nido celeste.Esa parte de Infinito que justifica y explica el arte, para de vivir entre elcielo y la tierra con aspiración de eternidad. El mundo es hoy una boa devoradora de vidas. Pueda Picasso, pueda el«Guernica» estremecer otra vezelcorazón del hombre.Y que la Justicia«rompa sus andrajos grotescos defarándula, se escape de la pista, se meta por la puerta falsa, donde losmercaderes del mundo dirigen los destinos del hombre, y esa Justicia, pida lapalabra»(LeónFelipe). |
*CristinaCastello es poeta y periodista. Buenos Aires /París |
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