EL FAUSTO DE GOETHE: LA REFRACCIÓN DE UN MITO
REINHARD HUAMÁN MORI

A mediados del siglo XVIII, la literatura en Alemania se bifurca en dos caminos de signo romántico. Por un lado están los poetas del Hain, quienes siguen la pauta señalada por Klopstock (1), y se caracteriza por su apasionado lirismo. El otro núcleo de poetas conforma el Sturm und Drang. Este grupo es más radical y actuante en el campo de la política. Representa en Alemania los intereses de la Revolución francesa. En sus escritos, primordialmente ocupan el lugar principal los problemas políticos y sociales. Ciertamente, no se puede encasillar a los poetas que pertenecen a un tipo de corriente, ya sean del Hain o del Sturm und Drang. Además de los lazos amicales entre ellos, hay que tomar en cuenta la mutua influencia a que estuvieron sometidos. Supone entonces una etapa de transición, en la que destacan los poetas Wieland y Herder. Wieland sirve de preparación al romanticismo por sus traducciones de Shakespeare y su poema Oberón, influye en posteriores autores, en especial en Goethe. La importancia de Herder radica en que incita a los poetas a recoger el tesoro folklórico desperdigado (2).

El pico del romanticismo alemán lo constituye Johann W. Goethe (1749-1832). Representa perfectamente el puente entre dos tradiciones, el neoclásico y el romántico; el feudalismo y la burguesía. Integra junto con Klinger, Bürger y Lenz la generación del Sturm und Drang. En este período de esfuerzo y asalto, llega a ser la figura principal y descollante. El espíritu, eminentemente crítico, estaba dirigido contra la fortaleza de los conceptos tradicionales. Su manifiesto proclama los derechos de la inspiración, del entusiasmo y de la libertad en el arte y en el terreno político. En su obra Las cuitas del joven Werther, se hace presente el “mal del siglo”, y tras su anécdota se insinúa la inadaptabilidad social, la soledad y la evasión, rasgos purísimos de romántica sentimentalidad.

La refracción bajtiniana en Fausto
1. La leyenda de Johannes Fausto

Francois Ribadeau Dumas, en su texto Historia de la magia, hace un seguimiento de la vida del “príncipe de los nigromantes”, Johannes Fausto, autodenominado Georgius Sabellicus Faustus Junior (3). Este personaje fue contemporáneo y amigo de los alquimistas Cornelio Agrippa y de Teofrasto Paracelso (4). Desde muy joven, Johannes se siente atraído por la magia, ciencia nuevamente en boga durante la Edad Media. Surge en él, pues, la fascinación por Simón el mago, “padre de los gnósticos”, por quien su entusiasmo de juventud le seguirá durante el resto de su vida. La alquimia en el ocultista le concedió la independencia del espíritu y del pensamiento, fortaleciendo su adhesión al esoterismo y al hermetismo filosófico de Hermes Trimegisto.

En un primer momento este personaje fue partidario del reformismo junto a Lutero, pero rompe con este círculo a causa de su extremo y apasionado gusto por la antigüedad pagana y sus prácticas mágicas.

Numerosos pactos diabólicos son puestos de relieve en las Demonologías de Juan Wier y Juan Bodin. El pacto fáustico se asemeja a los realizados durante la edad pagana, que abundan en documentos de la antigüedad. Se dice que Satanás acudió al llamado del pactante bajo la forma de un monje franciscano, mientras que Mefistófeles se presentó mucho más elegante, a la moda del tiempo, con espada al cinto (5). El pacto con el Diablo del luciferismo de determinadas sectas y de Heliodoro el Mago, o de Simón el Mago, procede de los poetas de las sibilas y de los virgilianos exploradores de Dante. Es muy probable que Goethe se haya servido del Gran Grimorio y del Grimorium Verum para representar el pacto fáustico. Estos dos libros, con certeza, ya eran muy conocidos alrededor del año 1500, tiempo de la posible vida del doctor Fausto. En la primera parte del Gran Grimorio se detalla el rito de evocación del Lucifer Rofocal, quien es lugarteniente de Satanás. Este texto se dedica a la descripción de las diversas fases de preparación y de la ceremonia. Inclusive la formulación del Círculo protector está incluida, así como también cada paso del procedimiento para configurarlo. En cuanto al Grimorium Verum, éste es más rico en los detalles referentes al contrato con el demonio. En realidad, el pacto de Fausto era el de Hércules y Teseo bajando a las regiones infernales, el viaje a los infiernos de Orfeo, mágicamente llevado por el poder de su lira, de creer Ovidio. Este pacto para la alquimia, siguiendo los datos astronómicos, rememora el descenso del Sol durante el equinoccio de otoño. Es decir, experimenta una temporal muerte, ya que baja a las regiones infernales. De igual manera, simboliza los viajes esotéricos de Baco (6), Hércules, Orfeo, Asklepios, quienes bajaban al averno para ascender al tercer día, como posteriormente hizo Jesucristo. Según Widman, el pacto fáustico fue distinto al narrado por Christopher Marlowe en su drama Tragical history of Doctor Faustus (7). Las pautas a cumplir, a decir de Widman, son las siguientes:

I. Renegar de Dios y de Todo el ejército celestial.

II. Ser el enemigo de todos los hombres.

III. No prestar oído a las discusiones de los clérigos y de las personas de la iglesia, y hacerles todo el mal posible.

IV. No frecuentar las iglesias ni visitarlas, y no acercarse al Sacramento.

V. Odiar el matrimonio y no comprometerse con sus ataduras, con ningún pretexto.

Fausto firmó aquel acuerdo con su sangre, dejando el escrito en su mesa de trabajo para que Satanás fuera a buscarlo. Exigió, como contrapartida, que Satanás no se apareciera más bajo la forma de monstruo velludo y cornudo, sino con apariencia humana, como un monje, con la campanilla en la mano para anunciar su llegada. Así lo hizo seguido de la compañía de Mefistófeles.

Una última precisión acerca del pacto, lo confiere Las leyendas de los Países Bajos o Niederlandische Sagen de Johann Wilhelm Wold. En este texto se infiere que durante su estancia en Holanda, Fausto causaba gran impresión por su erudición, y la fabricación de filtros mágicos, así como también por sus intentos de búsqueda de la piedra filosofal. Sin embargo, la crónica refiere que sus ensayos no fueron concluyentes cuando el Diablo vino una noche a ofrecerle sus servicios y entonces acordó con él un pacto de siete años.

El pacto es un acto solemne, revestido de garantías. El elemento mágico esencial es la gota de sangre con la que se firma dicho acuerdo. Aquella sangre expresa la quintaesencia, la personalidad del hombre. San Agustín escribe que el firmante es un apóstata que pierde su salvación, pero que gana un poder sobrehumano. Adquiere el poderío junto con el esplendor, la belleza, la juventud, ya que va a conquistar a la mujer. El supremo goce, el edén.

El ocultista Rudolf Steiner, integrante de la Hermética Orden de la Golden Dawn, comenta la importancia de la sangre en un pacto satánico. En El significado oculto de la sangre, el autor explica, usando las palabras del profesor Minor, que “el Mal es un enemigo de la sangre, y como es ésta la que sostiene y preserva la vida, el Mal, que es el enemigo de la raza humana, debe ser, por consiguiente, enemigo de la sangre”(8). Ahora bien, el Diablo al exigir la sangre no lo hace solamente por esta enemistad con el género humano, sino que desea obtener poder sobre dicho fluido, es decir, sobre el firmante. Está convencido de que la única manera de tener a Fausto es mediante la sangre. Ella es el trofeo que debe ganarse en la lucha eterna del Bien contra el Mal. Igualmente, en el círculo mágico, todo brujo respetable sabe que un pacto sanguíneo es sumamente perjudicial, ya que una parte de los poderes es transmitida al otro y viceversa. Sin embargo, aquel brujo que posea mayor energía no sólo sentirá cierta reducción de su energía, sino que al final será él quien posea cierto dominio sobre el otro.

Debido al pacto, Fausto adquirió poder causando asombro sobre el común de los mortales. Como todo ocultista, tenía bajo su tutela a un “famulus” o confidente para sus trabajos alquímicos. El nombre de este personaje fue Cristóbal Wagner, joven aprendiz que deseaba ser sabio en ciencias, pero inclinado más al mal que al bien. Su importancia radica en que en vida, Fausto redactó muchos escritos no sólo biográficos, sino también ocultistas y mágicos. Antes de su muerte, le pidió que todos aquellos documentos fueran destruidos. El famulus, siguiendo literalmente la voluntad de su maestro, destruyó todo referente escrito, pero oralmente contó muchos de los sucesos que observó de su maestro Fausto. Entre ellas las evocaciones de espíritus, la invisibilidad o el Secreto de los secretos, facultad importantísima para toda eminencia en magia, y el descenso a los infiernos. El descenso o V.I.T.R.I.O.L.O. (9) se llevó a cabo cuando Belcebú aceptó la propuesta de Fausto para hacer un viaje por el Infierno. En esta aventura, Fausto cae del carro por el que era conducido debido al choque que sostiene con una serpiente gigante, posteriormente es regresado a la Tierra por el mismo Belcebú.

En una ocasión, Fausto no poseía dinero suficiente y en tal ocasión decidió recurrir a un prestamista judío. Le pidió sesenta táleros a cambio de uno de sus miembros. El judío acepta la propuesta y recibe una de las piernas del mago que habían ambos cortado con un serrucho. Al verse el judío ante una posible estafa, decide arrojar la pierna a un río. Fausto se enteró de lo sucedido debido a las voces que oía, y decidió regresar y devolverle el dinero prestado. Ante tal situación, el prestamista le confiesa lo sucedido y Fausto decide cobrarle sesenta táleros más por su pierna.

Como nigromante, Fausto tenía la facultad de evocar a grandes personajes de la historia y entablar largas charlas con ellos. Incluso, cuando era maestro en una universidad en Wittemberg, Alemania, traía a Homero para el deleite y aprendizaje de sus alumnos. Entre sus evocaciones se tiene la presencia de Ulises, Héctor, Eneas, Sansón, David y a Helena de Grecia. Esta última es importante porque fue precisamente con ella con quien posteriormente tuvo un hijo: Justus Faustus.

Cierta vez, en la calle del Castillo, en la ciudad de Erfurt, un joven amigo de Fausto tenía una bonita casa con rótulo “El Áncora”. Era conocido que el mago muchas veces tomaba hospedaje en aquel lugar, por lo que un grupo de señores reclamaba su presencia. En esos momentos, Fausto se encontraba en Praga, por lo que el posadero intentaba calmar los ánimos de la gente. Inesperadamente se escuchó unos golpes a la puerta, y al observar quién podría llamar a esas horas de la noche se dieron con la sorpresa de que era Fausto. Como de costumbre, fue muy bien recibido, y procedió a entretener al público con algunos de sus sortilegios y hechizos. Uno de ellos consistía en barrenar los cuatro lados de la mesa y de aquellos agujeros empezó a brotar vino. Entre ellos, excelentes cosechas de España, Francia e Italia, para satisfacer la demanda de los presentes. Entonces, entró el hijo del posadero y le dijo que su caballo se estaba comiendo casi toda la avena. El mago al escucharlo, no fue capaz de contener el esbozo de una sonrisa y decirle que si así lo quería el caballo, podía comerse todo y nunca saciar su apetito. En efecto, aquel caballo era Mefistófeles, y al sonido de su relincho Fausto sabía que debía regresar a Praga, por lo que el caballo alzó vuelo y se alejaron de aquélla posada.

Al término de los siete años concluyó el pacto, y tuvo que renovarlo por otros siete más. Como todo pactante, al final de aquellos siete años Fausto se entregaría a Lucifer en cuerpo y alma. Muchas son las hipótesis acerca de la muerte del mago. Pero todas ellas coinciden en que a los cincuenta años su muerte fue horrible. Algunos cuentan, como Gustavo Schwab, que estaba refugiado en el convento de Maulbronn. Otros que murió en una granja de Frisia, en el país de los wurstos, cerca al burgo de Cappel, al norte de Dorum. La mayoría de testimonios y crónicas aseguran que Fausto estaba tendido con el rostro vuelto hacia la espalda, con los sesos desperdigados por toda la habitación, pues se escucharon forcejeos y ruidos como de una lucha. Muchos testimonios satanistas explican que una de las formas predilectas de asesinato de Satanás es lanzar el cuerpo contra la pared, preferentemente de cabeza.

Muerto Fausto, su mujer Helena y su hijo deciden partir hacia un país pagano y desaparecer del todo, haciendo fallido el intento de Wagner, el famulus, por retenerlos. Sin embargo, el fantasma del mago se le presentaba a su aprendiz por mucho tiempo haciéndole importantes revelaciones. Cansado de estas apariciones, decide Wagner hacer un conjurar que desaparezca para siempre el fantasma del mago.

2. La refracción del Fausto mítico en la obra de Goethe

La leyenda de Fausto fue la base para que Goethe llevara a cabo la creación de su obra dramática (10) que tiene como título el apellido del mago. Sin embargo, el alemán no es el único en haber usado esta leyenda, pues aparte de Marlowe también Lenau, Heine, Peer Gynt, Louis Pauwels y Thomas Mann han manifestado su interés por este mítico personaje. Goethe explica que tomó la leyenda no para plasmarla a manera de crónica o testimonio. La función es hacer una obra en la cual se mezcle el aspecto real, biográfico del ocultista con la poesía, es decir, conferirle al texto un grado de esteticismo, de hacerlo ubérrimo en el campo literario sin dejar de lado el aspecto mítico-mágico.

Goethe reconoce que para esta empresa es necesario seguir el concepto de mímesis aristotélico. La mímesis consiste en el proceso por el cual el artista plasma en la obra un modelo similar de la realidad. Es una imitación, ya que es ésta quien recoge, organiza y crea una imagen de la realidad, que será luego reconocida y reconstruida por el receptor. Compara la conexión entre ambas realidades, entre la textual y la fáctica y es así como reconocerá el artificio literario (11). Sin embargo, la mímesis aristotélica supone también en el artista cierta individualidad. La mímesis no es completamente reproductiva, desde luego, para que sea una pieza artística, se necesita de la originalidad creativa del autor. Este aspecto está encerrado en el concepto de poiesis.

Sin embargo, esta metodología reproductiva no explica con exactitud la manera en que Goethe reconstruye la figura de Fausto dentro de la realidad textual. Obviamente el autor cumple lo postulado por Aristóteles, produce un modelo imitativo del mago y le agrega elementos y situaciones, diálogos y secuencias para realzar la historia y otorgarle el grado de texto literario. Pero resulta todavía insuficiente, para dar una mejor explicación a este hecho, me sirvo de la teoría de la refracción bajtiniana. En ella nos señala que:

La literatura forma parte del entorno ideológico de la realidad como su parte autónoma, en forma de obras verbales organizadas de un modo determinado, con una estructura específica, propia tan sólo de estas obras. Esta estructura, igual que cualquier estructura ideológica, refracta la existencia socioeconómica en su proceso generativo, y lo refracta muy a su modo. Pero al mismo tiempo, la literatura en su ‘contenido’ refleja y refracta los reflejos y refracciones de otras esferas ideológicas (ética, cognición, doctrinas políticas, religión, etc.), es decir, la literatura refleja en su ‘contenido’ la totalidad del horizonte ideológico, del cual ella es una parte (12).

Es decir, la literatura toma como tema las distintas ideologías que existen en la realidad, precisamente en el horizonte ideológico. Este horizonte es la conciencia social, formada por ideologías, ya sean éstas artísticas, políticas, sociales, etc.. La literatura se forja en la conciencia del hombre, en el interior del artista. Será él quien recoja las ideologías que le sean pertinentes y útiles y las plasma en el texto literario. Las ideologías son tomadas en su proceso generativo, en el momento en que se están formando, ya que si están en estado completivo, el autor nos referiría una crónica o testimonio periodístico. Estas ideologías se funden con la capacidad productiva y creativa del autor y dan vida al objeto literario. Una vez completado este proceso, el texto retorna al horizonte ideológico, ésta es la refracción de la realidad a la que se refiere Bajtín. Pero el retorno no es un reflejo de la realidad, es decir, el texto no es un espejo, ya que la obra literaria presenta una versión de la realidad, una visión particular entre las muchas que se encuentran en la esfera de lo ideológico.

Tomando como ejemplo el texto mismo de Goethe, tenemos por un lado que en el horizonte social del siglo XVI están generándose diversas ideologías. Una de ellas es la artística, o sea, un estilo artístico en la escultura, pintura. Pero es en la literatura donde se desarrolla el romanticismo como corriente literaria. La leyenda de Fausto está tomando matices generativos, recuérdese a Marlowe, quien no sólo toma como documentación las crónicas escritas, sino también las orales. Lo mismo sucede con Goethe, toma entre las muchas ideologías las necesarias para componer su pieza dramática. Una vez tomadas, las funde con su particular percepción y concepción literaria y procede a la creación de una versión distinta de las que circulan como oficiales dentro del núcleo social. Así Goethe refracta al hombre junto al mito, su vida y destino dentro de otro mundo, el textual.

En esta versión goethiana del mito fáustico, podemos observar que como artificios predomina la fusión de los tiempos, exactamente el pasado con el presente. De igual manera, separa el tiempo del suceso del lugar concreto donde tuvo lugar (13). Por ejemplo, la Noche de Walpurgis, en la que se refiere el lugar concreto pero no la fecha exacta. En otros casos Goethe, ante todo busca, y encuentra un movimiento visible del tiempo histórico, inseparable del ambiente natural y todo el conjunto de objetos creados por el hombre y relacionados con el ambiente natural, ésta es el cronotopo central de Fausto.

A lo largo de la leyenda vemos que Fausto no necesita de Mefistófeles para realizar sus evocaciones a espíritus o a personajes fenecidos. Tampoco para sus hechizos o sortilegios varios, ni mucho menos para la elaboración de filtros mágicos o sus tareas alquímicas. Mefistófeles sirve al mago como transporte o como protector. No es extraño que lo encontremos transformado en caballo, en Pegaso, inclusive adopta la apariencia de un perro negro, y de acompañarlo adonde vaya. En Fausto, la figura de Mefistófeles es el nexo entre el deseo y la satisfacción. Por ende, no desarrolla su presencia una mera herramienta utilitaria, por el contrario, Mefistófeles cumple los diversos deseos produciéndole placer y regocijo, justificando los beneficios del pacto. El ejemplo central del deseo es la posesión de Margarita y de su amor. Además de esta función, el demonio cumple otras, aunque sean accesorias y complementarias de la primera. Entre estas destacan la adoctrinación del mago. Recordemos los consejos a lo largo del texto, los filtros que le concede, y la explicación de los fenómenos que ocurren durante la Noche de Walpurgis. Es en esta escena en donde los dones aleccionadores se aprecian con mayor claridad. Le explica con detalle los ritos de las brujas, sortilegios diversos, lo previene de la medusa, etc. Inclusive le detalla el papel que cumple y las restricciones a las que se ve sujeto al momento de rescatar a Margarita:

Te acompañaré allí, que es todo cuanto puedo hacer, pues bien sabes que ni en el cielo ni en la tierra soy omnipotente. Turbaré la razón del carcelero, para que te apoderes de las llaves; pero debo advertirte que sólo una mano humana puede liberarla. Yo vigilaré; tendré los caballos encantados a punto, y os sacaré de allí. Es todo lo que puedo hacer.


El momento del pacto ha sido retratado con más fidelidad que la figura de Mefistófeles. En la obra del poeta alemán se encuentra este diálogo:

Fausto - (...) ¿qué quieres de mí, maligno espíritu: bronce, mármol, pergamino o papel? También dejo a tu elección el si debo escribirlo con un estilo, un buril o una pluma.

Mefistófeles - ¡Cuánta palabrería! ¿Por qué te has de exaltar de este modo? Basta un pedazo de papel cualquiera con tal que lo escribas con una gota de sangre.

Fausto - Si así lo quieres...

Mefistófeles - La sangre es un fluido muy especial.


Este pequeño diálogo toma en cuenta el principal elemento del pacto: la sangre. Si bien es cierto, no se pone de manifiesto ninguna de las exigencias que un pacto satánico requiere. Sin embargo, posteriormente se entenderá que el propósito del pacto es la posición del cuerpo y alma del mago. En la leyenda, Mefistófeles se presenta ante Fausto junto con Satanás, mientras que en el texto no media Satanás entre el doctor y el demonio. La desaparición de Satanás obedece a la intención de dar a Mefistófeles mayor participación e independencia a lo largo de la obra, quien únicamente se ve sujeto a las órdenes del mago porque así lo estipula el acuerdo y además es verosímil con los detalles dados por los grimorios (14).

Otra de las variaciones es la ausencia de Helena como mujer del doctor, aunque en la Segunda Parte su presencia sea importantísima, y la del hijo de ambos: Justus Faustus. La presencia de Margarita, quien es una doncella inocente, bella, perteneciente no a la alta clase social sino lo contrario. Su imagen se emparienta con la mujer bucólica, acentuando el matiz de pureza y castidad que desborda su timidez. Es ella el objeto de deseo por el cual Fausto entrega su alma a Mefistófeles. Toda la Primera parte está plagada de ejemplos que evidencian so obsesión amorosa, aunque Goethe no manifieste el aspecto sexual de su personaje, quien es una construcción de tendencia asexual. Más bien el deseo por Margarita es un deseo placentero y de contemplación. La veneración es evidente pues Fausto cosifica a su doncella, siéndole principalmente placentero su posesión que su compenetración vital. La salvación de Margarita obedece a que no acepta perder el motivo mismo de su perdición, pues necesita justificar tal hecho.

Lo que ocurre con Cristóbal Wagner, el famulus, es distinto. En el relato mítico, Wagner cumple una función importantísima: la documentación e información de la vida de su maestro por vía oral. Este recurso incrementa la leyenda, en el sentido en que no se sabe en qué punto dejan de ser verídicas las vivencias y pasan a retratar una figura fantástica y legendaria. En Fausto, la única funcionalidad que desempeña es la de ayudante de laboratorio. No participa en ningún momento de las acciones una vez introducido el personaje Mefistófeles. Wagner deja de ser el confidente, el consejero moral y cede el lugar a Mefistófeles. De esta manera aquél desaparece del todo dejándole la posta de servidumbre al mencionado demonio, quien tiene el poder para satisfacer por completo a su amo.

La figura del protagonista es también reconstruida de modo diferente a lo que narran las crónicas. En ellas Fausto es un ser sumamente poderoso, independiente muchas veces de Mefistófeles y hasta del mismo Lucifer. Conocedor y erudito de las ciencias ocultas, es capaz de preparar sus propios filtros, embrujos, encantamientos. No necesita de nadie para traer de vuelta a espíritus o muertos. Inclusive, éstos mismos le son obedientes, hay que recordar que mantuvo una relación amorosa con Helena de Troya, con quien se casó, según la leyenda. En cambio en el relato de Goethe, este mismo personaje se ve endeble anímicamente, desprotegido, indefenso, no es autosuficiente, por lo tanto pertenece al común de los mortales. Para integrarse dentro de la representación de mundo reproducida en el texto, Fausto necesita de Mefistófeles, de su poder, sus consejos, su astucia, ya que es la fuente que satisface cada deseo del protagonista.

Finalmente, dentro de todo el Primer Acto sólo hay una acción que es tomada casi literalmente, sólo que con pequeñas modificaciones. La escena en el relato mítico se desarrolla en la ciudad Erfurt, en la casa llamada “El Áncora”, ya mencionado en este trabajo anteriormente. La escena en Fausto se lleva a cabo en una taberna de Auerbach, en Leipzig. Como es de suponerse, si en l original fue Fausto quien barrenó la mesa y de ella brotó el vino, en el drama fue Mefistófeles quien lo hizo, y no para deleitar a los presentes sino para embromarlos. El juego consistía en que los que tomaran el vino no dejasen caer ni una gota del líquido al suelo. Uno de ellos deja caer un poco al suelo y al instante se ve ardiendo por toda la posada. Luego Fausto y su compañero desaparecen del lugar y los embromados descubren que todo fue un hechizo, una ilusión, ya que no hubo heridos ni quemados.

Steiner, Rudolf: El significado oculto de la sangre. Buenos Aires. Editorial Kier. 1994.
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NOTAS

(1) Klopstock (1729-1781) representa el antecedente más importante en la genealogía romántica alemana. Desde muy joven manifestó un deseo significativo de llegar a ser el Milton alemán. Aun cuando sus obras aparecen dentro de las formas clásicas, su contenido nacional y vitalidad las sitúan al margen de la literatura anterior. Su obra principal, considerada como precedente romántico, es el poema “La Messiade”. En esta obra la rigidez cede a una mayor libertad del ritmo. El romanticismo. pág. 33

(2) Es famosa la frase que utilizó para invitar a desarrollar esta empresa a los poetas de su tiempo: “¡Volvamos a la naturalidad! ¡A las fuentes de la lengua alemana, del pueblo alemán!” Además crea el vocablo Volkied, que quiere decir “canción popular”. op. cit. 36

(3) A la muerte de Sabellicus, gran poeta pagano, y en tributo a éste, acoge su nombre. En cuanto a Junior, Johannes quería separarse del inventor de la imprenta en Guttenberg. Historia de la magia. pág. 40.

(4) Algunos estudiosos de Paracelso creen ver una mixtificación entre el mítico doctor Fausto y la praxis vital del mencionado alquimista. Inclusive se cree que la imagen que da Goethe a su personaje en el Acto II, es decir cuando crea al homúnculo, es la propia unión entre el mito y la vida de Paracelso. Pierre Mariel: Paracelso o el tormento del saber. Edaf. 1976.

(5) Será a partir de 1580 en donde un biógrafo anónimo le asigna a Fausto un demonio llamado Hafistófeles, aunque debe recordarse que en “vida” el doctor Fausto no dejó ninguno de sus tratados sino que fueron quemados por su discípulo Wagner por orden de su maestro.

(6) Fausto solía compararse con Baco en los Elíseos debido al pacto que realizó. op. cit. pp. 309.

(7) Marlowe es más osado que Goethe al incluir en su tragedia las palabras de evocación y describe, aunque no detalladamente los detalles del círculo mágico que lo protegerá del demonio. La oración de invocación está en latín y es la siguiente: “Sint mihi Dei Acherontis propitii! Valeat numen triples Jehovæ! Ignis, aeris, aquæ, terra spiritus, salvete! Orientis princeps Belzebub, infern ardentis monarcha, et Demogorgon, propitiamus vos, ut appareat et urgat Mephistophilis. Quid tu moraris ? per Jehovam, Gehennam, et consacratam aquam quam nunca spargo, signumque crucis quod nunc facio, et par vota nostra, ipse nunc surgat nobis dicatus Mephistophilis”. Tragedias. pp 148.

(8) El significado oculto de la sangre. pp. 6.

(9) Visita Interiora Terra Rectificando Invenies Occultum Lapidem, que en castellano quiere decir Visitando el interior de la Tierra, y rectificando, encontrarás la piedra oculta.

(10) Es preciso señalar que este ensayo hermenéutico tan sólo aborda la primera parte del Fausto goethiano debido a que es esta sección la que va más acorde con la leyenda, por tal razón me permito delimitar el tema, puesto que ya la segunda parte se funde más con los aspectos biográficos de Paracelso que con la vida del nigromante.

(11) García Berrio, Antonio. Teoría de la literatura. pp. 12.

(12) Bajtín, Mijail. El método formal en los estudios literarios. pp. 60.

(13) Localität und Geschichte

(14) En toda oración el evocador reclama al demonio obediencia y sumisión, además de amenazarlo con castigarlo con la Varilla Fulminadora con la cual ya ha trazado el círculo protector.


Bibliografía

Anónimo: Los grimorios de evocación diabólica. Madrid. Edaf. 1988.

Aristóteles: Poética. Madrid. Espasa-Calpe. 1979.

Bajtín, Mijail: El método formal en los estudios literarios. Madrid. Alianza editorial. 1994

Estética de la creación verbal. México D. F. Siglo XXI editores. 1998.

Espinar, Jaime: El romanticismo. Buenos Aires. Ed. Atlántida S.A. 1947.

García Berrio, Antonio: Teoría de la literatura. Madrid. Cátedra. 1989.

Goethe, Johann Wolfgang: Fausto. Bogotá. Oveja Negra. 1984.

Mariel, Pierre: Paracelso o el tormento del saber. Madrid. Edaf. 1976.

Marlowe, Christopher: Tragedias. Bogotá. Oveja Negra. 1983.

Monterde, Francisco: Goethe y Fausto. Ed. Atlántida S.A. 1975.

Ribadeau Dumas, Francoise: Historia de la magia. Barcelona. Plaza & Janes S.A. Editores. 1973.

Steiner, Rudolf: El significado oculto de la sangre. Buenos Aires. Editorial Kier. 1994.

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Reinhard Huamán Mori (Lima, 1979). Estudiante de literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirije la revista de poesía Ginebra Magnolia bajo el seudónimo de Mag 1. Ha traducido poemas del italiano al castellano de los autores oplepianos, entre ellos Edoardo Sanguineti, Luca Chiti y acrósticos onomásticos del OPLEPO. Ha participado en ponencias sobre literatura en la ciudad de La Paz (Bolivia) y en Lima. Tiene inédito el poemario El huésped que será publicado a finales de este año bajo el seudónimo de Ramón Tomás.