Entrevista con Miguel Ángel Muñoz |
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LG Trabajar con Ricardo Martínez, quizá uno de los últimos iconos del arte de América Latina, es sorprende ¿Cuál es el asombro mayor que le causó trabajar con él? MAM Descubrir los límites que sugieren sus cuadros y lo que debe aportar el espectador. Es decir, toda obra de arte es abierta. Se supone como un ente que debe ser reapropiado por el espectador. La pintura de Martínez, como todo el arte, vive en la tradición de sus reinterpretaciones. No se agota con la intención del artista, que nunca llega a saber del todo lo que ha hecho. Se dirige al espectador porque quiere que éste lo confirme en el camino que ha tomado. Pero, además, quiere que sea el espectador el que enriquezca la vida mediante su interpretación. Las observaciones subjetivas son parte imprescindible de la entidad objetiva de la obra. Y eso es lo que da sentido a la historia del arte, que no habla del pasado. Habla de unos entes que pueden ser de Altamira, Las meninas, de Velázquez, o cualquier cuadro de Martínez, que no pertenecen al pasado, siguen perteneciendo al presente. Demasiadas veces se cree que la historia del arte es un capítulo de la historia general y no es cierto. La diferencia es que la historia del arte se ocupa de seres que no están en el pasado sino que siguen estando presentes. Y esto lo aprendí al revisar los textos de esta antología y discutiendo mi selección con Ricardo Martínez. LG En esas conversaciones en momentos acaloradas sobre arte contemporáneo que tuvo con el maestro Martínez. ¿Cómo registra usted la vanguardia artística en un concepto histórico? MAM Creo, como decía hace un momento, que es un abuso de los críticos de arte, pues incluso no saben usar los términos correctamente. La vanguardia es una prolongación de la figura de la bohemia en una sociedad posromántica que, mezclada con el anarquismo vaporoso de principios de siglo y una dosis mínima de Nietzsche, generó cierta actitud formalista. Todo eso forma un conglomerado de ideas que llamamos vanguardia y que se agota en los años veinte. LG ¿Considera que hay una ruptura en el arte de México? MAM La palabra ruptura como tal, carece de significado en la historia del arte. Por ejemplo, en México no hay ningún tipo de ruptura de nada, el arte del siglo XX mexicano es muy dispar, y pobre al mismo tiempo. La gran “revolución muralista” es más una marca registrada, que propositiva. Es una noción propagandística, no tiene más sustancia que la aparición de una diferencia. Hay aciertos, Rufino Tamayo, un caso excepcional, y le siguen Carlos Mérida, Ricardo Martínez, José Luis Cuevas, Francisco Toledo, Alfonso Mena, Miguel Ángel Alamilla, Gabriel Orozco, Teresa Margoles… Son figuras aisladas, que han logrado encontrar un discurso estético propio, pero no son artistas de vanguardia, ni pertenecen a ningún movimiento. LG ¿Qué movimientos considera importantes en el siglo XX? MAM El caso más claro es el cubismo, que, en su primera formulación, se plantea como una vanguardia hasta que Picasso y Braque corrigen el rumbo para romper con la rigidez del modelo vanguardista. Plantearse esos problemas ha sido de gran beneficio para su pintura, pero no sólo para ellos, también para quienes no los siguieron. Matisse, que es consciente de lo que Picasso y Braque están haciendo, ya que les visita con frecuencia, reacciona frente al cubismo con una evolución mucho más meditada en busca del color. Posiblemente Matisse no hubiera llegado a esa madurez de no haber sido estimulado por los planteamientos vanguardistas de Picasso y de Braque. LG Al juzgar históricamente el siglo XX se muestra con partidario de las figuras aisladas que de los movimientos. ¿Opina lo mismo del arte que estamos viendo hoy día? MAM Mi aproximación al arte actual es casi a través de figuras. Los mecanismos de difusión del arte actual están terriblemente condicionados por intereses de mercado. Esto enmascara su realidad. Con todo, me interesa mucho: un pintor como Barceló, una fotógrafa como Nan Goldin, Chema Madoz, Cindy Sherman, un creador como Dieter Roth, Ernesto Neto, Gary Hill, Bill Viola o Francesc Torres. Me interesa del artista, su capacidad creativa. Su capacidad para salvar una vivencia encapsulándola o no, protegiéndola, cristalizándola en una forma artística. LG ¿Considera que vivimos momentos de cambio en el arte actual? MAM No es una revolución, pero se vive un momento magnífico en los cinco continentes. Lo intuyo a través de muchos jóvenes que vuelven a estar interesados en lo humano y ello me lleva a pensar en la gran utopía artística y social de Josep Beuys. Él hablaba siempre de la importancia de lo creativo y de la libertad, de que la suma de creatividades es el capital de la humanidad. Es cierto que para él se trataba de una misión social más amplia que venía condicionada por el muro de Berlín y la división de los bloques. Quizás el que mejor entendió estos conceptos fue mi amigo y maestro Harald Szeemann, y prueba de ello fue su creación del espacio Aperto en la 49 edición de la Bienal de Venecia en 2001, sin olvidar su extraordinaria curaduría en la Documenta V, en Kassel en 1972; bienales que se han convertido en punto de referencia en la historia del arte del siglo pasado. LG Por último, usted es se podría decir el único en México de un poeta joven que ha logrado entrevistas y entablar amistad con algunos de los artistas, críticos y curadores más importantes: John Berger, Antoni Tàpies, Louise Bourgeois, Albert Ràfols-Casamada. ¿Cómo los registra en su memoria? MAM Soy muy persistente y caótico al mismo tiempo. Unos 30 o 40 vuelos al año a diversas partes del mundo, principalmente Europa. Por ejemplo, este año quiero conocer los países escandinavos, pues me decía hace unos meses John Berger, que han creado un biopolo creativo muy interesante en los años recientes, con buenas escuelas y artistas. Aunque también he encontrado artistas interesantes en Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico o Marruecos. Siempre me interesa conocer personalmente a los artistas con los que trabajo. |
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Miguel Ángel Muñoz: El espacio de la pintura y la poesía |
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Roberto Matta, Francesc Torres, Bill Viola, Louise Bourgeois, Chema Madoz, son algunos de los artistas cuya creación aborda con una lucidez y un talento sorprendente el poeta Miguel Ángel Muñoz, en una serie de ensayos escritos a lo largo de una década (1996 –2006). Se trata de notas puntuales, de críticas explosivas, de perfiles narrativos o históricos de artistas notables y asimismo de revisiones historiográficas de alguno de los movimientos capitales del arte del siglo XX. Sin pretensiones eruditas, los ensayos reunidos apelan a la mirada alerta del lector, y pretenden despertar en cada de uno de nosotros la curiosidad visual imprescindible para alcanzar no sólo una experiencia estética, sino sobre todo poética del arte y sus representantes. Los artistas de cada texto parecen tener vida propia y el poeta nos ha dado sólo una pequeña muestra de ellas, escritas con elegante sencillez e integridad. Ya artistas como Roberto Matta, Antoni Tàpies o Eduardo Chillida, lo habían notado, y llamado nuestra atención, en cuanto a poner atención a las propuestas visuales y poéticas de Muñoz, ya que uno de sus mayores pasiones es el arte. Sin duda, Miguel Ángel Muñoz se ha convertido con el paso del tiempo en uno de los poetas y críticos de arte jóvenes más ingeniosos e imaginativos de su generación, no sólo en México, sino en Europa, pues en España y Francia sus textos ya se publican en múltiples catálogos de los artistas más importantes del siglo XX. |
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