Poemário

ALBERTO BOCO


Alberto Boco nació el 5 de noviembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, capital de la República Argentina. Obtuvo primeros premios y otras distinciones en certámenes de poesía. Coordinó junto a Alicia Grinbank, Alfredo Palacio y Rolando Revagliatti, el Café Literario “Mirá Lo Que Quedó” en el Centro Cultural Raíces, de su ciudad, en 2007. Desde 1986  publicó los poemarios “Arcas o pequeñas señales”, “Galería de ecos”, “Ausentes con aviso”, “Cartas para Beb”, “Riachuelo”, “Malena”, “Estación de nosotros” y “Visitas inoportunas”. Inéditos permanecen “Perro, de Goya”, “Noticias del tiempo”, “Redes o ciudad en su siglo”, “Palomas en el cable de la luz”, “Para un programa de disolución”, “Árbol de oro”, “Paisaje fronterizo”, “Golpe de vista de Paraland”, “Opaca no es la noche”, “Química orgánica”, “Cosas que andan sueltas”, “QO II”, “Los perros cueteros (y otros abandonos)”, “Evanescentes, in propios y pequeño” y “El desierto”.


Árbol de oro

 

Es fácil ver metal en la copa

brillo de oro con el sol inclinado

primero la mirada con el sol de través

y no hay otra cosa más que simple fresno

una mañana tibia de mayo por la calle del triunvirato

entre el asfalto y las paredes los vidrios

devuelven la escena que pasa

y detrás la mirada rumbo a lo que viene

a cada metro en un día que crece

la calle del triunvirato

donde un árbol que no es de oro

no es más que la mirada

la carga de nuestra ilusión

en un punto de lo azaroso

como ha sido siempre

cuando miramos

detenidamente

algo

 

(del libro inédito “Árbol de oro”)


ciudad en su siglo

 

mirado de cierto modo

cualquier alejandría que se hunde

tiene agonistas y mercaderes

 

verseadores putas y cronistas del tiempo

cabalgan en el azar

pasiones breves e incestos de época

 

bares pobres y nurseries por si las moscas

levantan artefactos y cosas

para después del derrumbe

(del libro inédito “Redes”)

Los perros cueteros 

“Mientras buscaba la estrella vespertina en una fría ventana
                                               y silbaba cuando Arturo derramaba su luz,
                                               oí reñir a los lobos, y dije: Entonces esto
                                               es el hombre” Allen Tate

 

festejos tradicionales y ellos aparecen

un despertar cuando medra la noche y las explosiones comienzan

andar solos por ahí hasta el ritual de lo que se pudre

y disimular en el ruido y el olor de la pólvora barata

efectos de la temporada…

 

sucios de arenas el gesto distraído

pelo encrespado como en un enojo

se van amontonando en el andar cansino hasta que lo avivan

donde se junta la presa casi nadie mira

tal vez algún chico que adivina y alguna mirada

otra porque intuye

gesto veloz de repente contra el estampido

fuego en la boca y otra vez hacia allá

lejos

 

qué canta en el fuego y el humo en el chasquido

como rama reseca que se quiebra cada vez

qué canta en la sangre y en la carrera de súbito despierta

y vos que los mirás como se mira el amor

esa química orgánica con ropa de ternura

mirar que no se nubla en el farolero simular de la época

quién sabe qué piensa —decís

detenido ahora en el alto de la mañana

como sombra contra el moverse del mar

ahí las nubes coloreando como si vos y yo no supiéramos

que nada de todo eso es intención mientras ellos están ahí

con esa cosa que raspa como espera debajo de la sangre

cada estallido que apure la caída

del que no mira duerme y se divierte mientras

ellos con la traza del viejo mapa y el ojo que parece apagado

pero detrás de la mirada esa sombra

que apenas campea                 sabe y espera

desde lejos y a su modo

sabe y espera

siempre

desde bien allá

Para Pugnax (*)

(*) Nombre de un perro que integra la tripulación de un dirigible en la novela “Contraluz”, de Thomas Pynchon.

 

                                    (del libro inédito “Perros cueteros y otros abandonos”)


Palomas en el cable de la luz

 

Caminamos junto al paredón del gran cementerio del oeste

sin martingalas con el viejo trance.

Hay palomas en el cable de la luz.

 

Peripatéticos de hoy

nada parece falso ni verdadero al sonido de los celulares

el contacto con la palabra todavía produce algunas imágenes

y han evolucionado mucho los medios de transporte.

 

Los niños geniales gozaron su olimpo y su fidias,

los altos de lycavitto y el parnaso ahí nomás

ideas de altura al alcance de la mano. Los césares en Roma

obtuvieron sus mil años de humedad cristiana en los huesos…

Las palomas volaron.

Hay cicatrices de caca todavía en las veredas.

Señales en el gran cementerio del oeste.

 

(del libro inédito “Palomas en el cable de la luz”) 


Puente Saavedra

 

Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces,
pero ahora no hay nada con que compararlo.
Thomas Pynchon

 

conjurados con algún bulto que arrastrar

en la zona gris de los apeaderos y los transportes

 

la opacidad se respira en grandes y pequeños tráficos al paso

se bebe y se come con la niebla de la desconfianza

los gestos no necesitan de nada más

desde un lado del canal Pirata Prentice(*) cultiva bananas

y espera la parte que le toca en la ruleta rusa del mundo

algo después dos paredes alambradas y una tierra de nadie

ni la grandeza ni la grandilocuencia de la Gran Muralla

 

en la escena un borracho y un predicador

alguna prostituta un policía y una nena

 

puede haber un río una cordillera y gente de armas

entre las placas del transformador late una diferencia de potencial

como en todo pasaje también una forma de la teatralidad

presentida en el aire la descarga eléctrica dibuja una fotografía

es previsible por otra parte una solución así

una épica de los bordes

tecnología y redes en el gran carrusel

menos y más explícito que un circo romano

camino al “22” con menos y más peligro por la línea divisoria

vamos y venimos atentos al efecto doppler

cambia el sonido de lo que se aleja

lo que se acerca.

 

(*) Uno de los personajes de la novela “El arco iris de  gravedad”, de Thomas Pynchon 

                             (del libro inédito “Paisaje fronterizo”)


Tardecitas

 

te digo que hay cosas que la mirada no sabe

las devela te digo como si las llamara de reojo

por un sendero del parque lo descubro

picotea el pasto el pájaro carpintero y también ahí

en otra parte deshecha contra la pala excavadora

un revoltijo de pluma gris y rojo la paloma

dirían algunos que los dioses la han dejado

sombra sin memoria en el orco dirían pero

yo que trabajé con celo la carne para no caer

en la clausura de allá y elegí lo abierto de aquí

esta cerrazón cerca de las cosas como para volar bajo

apenas veo la piel de la belleza en este reflujo de todo

como cuando tus ojos en vos capturan el matiz

el cuerpo fugaz en los trazos y de golpe pareciera

que toda la pena del mundo le caben

como cuando ves pequeñas tragedias y no se te nota

entonces yo que soy un confidente que no sabe traicionar

te miro hecho un animalito furtivo para llegar en vano

al tacto de lo que ya ni te pertenece de tan tuyo

no llegar nunca —esto es lo digno—

a lo inapresable de vos y lo desconocido de mí.

(del libro “Estación de nosotros”)


Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alberto Boco y Rolando Revagliatti.

http://www.revagliatti.com/070620a.html

http://revagliatti.com/030804_boco.html


♣ revista triplov . série gótica . inverno 2018