Los
empleados del gobierno cubano que dirigen la
llamada Unión Nacional de Escritores y
Artistas de Cuba, UNEAC, institución que es
uno de los frentes de trabajo de la
Seguridad cubana, se prestan nueva vez a
engañar ingenuos con una declaración que es
un dechado de desinformación y
tergiversaciones, mientras agitan el
espantajo desacreditado de la “agresión”
que responde a “intereses espurios”
organizada por una supuesta “maquinaria
anticubana”.
Un primer asunto a entender es que ni esta
ni ninguna declaración proveniente de una
organización oficialista cubana, como la
UNEAC, puede tomarse en el mismo plano que
se recibiría una declaración de cualquier
organización real de escritores y artistas
de un país democrático.
En las sociedades plurales y abiertas estas
organizaciones no son dependientes del
Estado; no están controladas por el
gobierno; sus directivos no son cuadros de
la Seguridad nacional; sus opiniones no son
pagadas por los gobernantes de turno. Pueden
pensar y expresarse con independencia,
simplemente ateniéndose a las normas de
probidad, decencia, responsabilidad y
respeto a las leyes.
No sucede así en Cuba. Los directivos de la
UNEAC son empleados a sueldo del Estado
cubano. Y en el caso de muchos de ellos
cuadros de la Seguridad que espían y
controlan a sus colegas. Esa y no otra es la
tarea de estos asalariados “culturales”,
sobre todo a partir del Caso Padilla del
1971.
Y cuando se es empleado del gobierno en un
Estado totalitario no hay opciones. El
Estado es el único empleador. Quien dé
trabajo a un desafecto (sabemos bien por acá
de eso, pues en República Dominicana vivimos
el trujillismo que fue una versión light del
castrismo), se indispone con los que mandan.
Fuera del Estado cubano sólo está la
industria turística, y los empleados de esta
tienen que actuar bajo la supervisión de la
Seguridad del Estado: espiar, controlar,
informar. Ninguna compañía hotelera se
atrevería a emplear a un desafecto, que
tiene que sobrevivir haciendo mil maromas en
una sociedad totalitaria como la cubana.
Una declaración es, entonces, una opinión
pagada y obligada, en función de los
intereses del gobierno cubano, patrón de
estos funcionarios culturales que sí
saben de verdad “qué
precio pagan quienes han intentado
expresarse desde la cultura con matices
propios”.
¿No conocen acaso lo que vivieron Heberto
Padilla, Reynaldo Arenas, Armando
Valladares, Pedro Luis Boitel, entre otros?
Saben que los Castro no juegan. ¿Pueden
ellos discrepar, tener opinión propia,
disentir o callar si se les manda a hablar?
Ese es el primer asunto.
El segundo es que se trata de una dictadura
militar. La única que existe ahora mismo en
América Latina, región tan azotada por el
militarismo y los gobiernos de fuerza en
toda su historia y que por vez primera se
encuentra libre de esa plaga, salvo Cuba.
Esta dictadura militar se impuso a la brava
en 1959 al derrocar otra dictadura, la de
Batista. Muchos celebramos el hecho y
endosamos aquel régimen que transformó a
toda la isla en un insufrible campo de
concentración. Los nuevos amos endurecieron
el control sobre la sociedad imponiendo un
modelo estalinista con sus UMAP, sus juicios
prefabricados, su control cuadra por cuadra
a través de los organismos de espionaje y
chivatería que son los llamados Comité de
Defensa de la Revolución, su dominio de
todas las áreas de la vida social y personal
por el Estado.
Esta dictadura militar se presenta a sí
misma como, asómbrese, … ¡ “un modelo de
humanismo y solidaridad”! Y articulan
una serie de patrañas repitiendo los mismos
espantajos con los que han embobado durante
décadas a una intelectualidad más presta a
creer y a repetir que a pensar y saber. El
asunto es que de tanto repetir los mismos
cuentos ya estos cada vez convencen menos.
Así que empiezan su alegado argumentando que
tienen una Feria del Libro (en que una gran
parte de los libros y autores de valía no
pueden estar presentes porque no responden a
las políticas de la dictadura, están
prohibidos. ¿O es que puede adquirirse El
regreso del idiota, de Montaner, Vargas
Llosa y Mendoza? ) que recorre la isla de
Cuba, según ellos, un lado a otro y que
cientos de médicos cubanos salvan vidas en
Haití (y también de muchos otros países,
entre ellos República Dominicana, que se
sensibilizaron frente a la terrible tragedia
de esta nación hermana), y luego de esas dos
notas de ablandamiento arremeten: nos
enteramos de que, mientras eso sucedía, “se
venía gestando una nueva campaña”
¿contra la dictadura militar castrista? ¡No,
contra Cuba! Resulta que ahora la dictadura
militar de los Castro es Cuba ¡Cosa más
grande, caballero, diría Trespatines!
Sin respeto alguno, sin decencia alguna, sin
escrúpulos, estos empleados públicos del
gobierno cubano entonces desbarran contra un
muerto. Llaman a Orlando Zapata Tamayo un “delincuente
común” con un “historial probado de
violencia”, que decidió dejarse morir de
hambre porque no le instalaron “cocina,
teléfono y televisión en su celda”.
Todo esto es la mentira oficial que,
siguiendo la máxima de Goebbels, el
inspirador de la dirección cubana, si se
repite y se repite y se repite, terminará
por convertirse en verdad.
Miente porque es conocido que Orlando Zapata
fue apresado mientras participaba en un
ayuno por la libertad de un preso de
conciencia. Y luego, ya preso, su condena
original de tres años de prisión fue elevada
a 25 años de prisión, abuso frente al cual
él reaccionó declarándose en huelga de
hambre. ¿Es eso “delincuencia común”?
Es que al Estado policial cubano la
resistencia pacífica le sabe a
“delincuencia” ¡Ni a eso tienen derecho los
cubanos de la isla!
Es la mentira oficial que ponen a repetir a
sus “compañeros de ruta” como el actor
español Willi Toledo, de manera que los
incautos y los descerebrados se la traguen,
dándole carta de credibilidad al ser
amplificada por una personalidad que endosa
el dato con su carisma, sin aportar prueba
alguna de su aserto. Así que se “tergiversa”
la realidad y se “miente a diario”,
lo mismo de lo que acusan a los críticos de
la dictadura militar cubana.
Cuando el escándalo por la inmolación del
albañil cubano (¡un obrero real, lo que no
es ni ha sido nunca ni Fidel, ni Raúl! El “paraíso
del proletariado” en que los proletarios
reales se inmolan por un poco de libertad y
de decencia) sacudió la pasividad con que
los gobiernos de las sociedades plurales y
democráticas han convivido con aquel régimen
aberrante (una dictadura militar en medio de
sociedades democráticas, plurales y
abiertas, con todas sus deficiencias e
insuficiencias sí, pero que permiten
discrepar, criticar, hacer oposición), la
reacción dictada a los empleados de la UNEAC
por la Seguridad cubana es de que la crítica
al desenlace fatal y el apoyo a las demandas
de libertad y respeto a los derechos humanos
del pueblo de Cuba es una “intromisión
ofensiva en nuestros asuntos internos”.
¡Y eso lo dicen gente que ha vivido opinando
sobre lo que sucede en otros países, cuando
no conspirando e interviniendo en los
asuntos de otros estados latinoamericanos,
financiando guerrillas, terrorismo,
promoviendo atracos, secuestros, etc.! Así
que tienen un doble rasero: Lo que nosotros
hagamos con nuestra gente es asunto nuestro,
¿no?
Acto seguido “miente sin pudor”: no
hay individuos indignados por el abuso de
poder y la afrenta de una dictadura militar,
de un gorilismo inaceptable, no, hay una
conspiración, ¿de quiénes? , de “corporaciones
mediáticas”, “intereses hegemónicos”
y, por supuesto, “la reacción
internacional”. Colgar sambenitos,
lapidar con etiquetas, es una vieja táctica
de descalificación. ¿Cuáles son las
corporaciones mediáticas? ¿Y cuáles los
intereses hegemónicos? Frases hueras
para distraer la atención del hecho real:
una dictadura militar decrépita que insiste
en controlar y reventar al pueblo cubano,
negándole derechos elementales, que en el
resto de América damos por descontado, por
naturales, por legítimos.
No es un problema de corporaciones
mediáticas e intereses hegemónicos, es un
problema de derechos civiles, de derechos
ciudadanos, de libertad de elegir, de
expresarse, de asociarse, de opinar,
disentir y, en suma, de vivir. Es el derecho
del que gozan los partidarios y endosadores
de la dictadura militar cubana en los países
abiertos, que pueden laborar, opinar,
juntarse, postularse, criticar, prosperar,
publicar, radiodifundir sus opiniones,
denunciar, trasladarse, entrar y salir de
sus países, etc., sin riesgo y sin
impedimento. Mismos derechos que estos “heraldos
del futuro”, “cantores de la alborada”,
“anunciadores del radiante sol del
socialismo”, les niegan a sus
infortunados miembros de la sociedad cubana.
Y donde la desinformación y la mentira
alcanzan su clímax es en el párrafo cuarto:
“En la historia
de la Revolución jamás se ha torturado a un
prisionero. No ha habido un solo
desaparecido. No ha habido una sola
ejecución extrajudicial.”
Un proceso que se inició con palizas en La
Cabaña, con fusilamientos, con caricaturas
de juicios, verdaderos linchamientos para
advertencia de las “masas”, una dictadura
que ha ametrallado a barcazas de personas
que escapaban del paraíso castrista, una
dictadura que mantiene tétricas cárceles,
que inventó los campos de concentración de
la UMAP en donde pretendían “reeducar” a los
homosexuales y “enderezar” a los jóvenes con
cabello largo (delito según la policía
cubana de entonces), esa dictadura que se
autocalifica a sí misma de “revolución”,
cuando lo que hizo fue encabezar una
involución que ha llevado a Cuba a
condiciones tristísimas por su ineptitud, su
torpeza, su proclividad hacia el disparate y
la improvisación, esa dictadura ahora miente
sin pudor y se presenta a sí misma como lo
que no es. Y la tapa al pomo la ponen
cuando, con el mayor desparpajo, llaman a
una dictadura militar senil “una
democracia propia”. Y, entérese, esa “democracia”
del tolete y la culata es, según el dictado
recibido, “más participativa y legítima”
¿qué cuál? Que el Ministro de las Fuerzas
Armadas herede el poder de su hermano, el
comandante en jefe, de militar a militar,
sin que la sociedad cubana pueda opinar ni
decidir es una “democracia propia
participativa y legítima” ¿Habrá mayor
descaro? La corrupción del lenguaje, la
indecencia y la inmoralidad alcanzan niveles
poco vistos.
Se trata de la “participación” en el Estado
único, donde todo el mundo es empleado del
gobierno o tiene que dar mil y un saltos
para sobrevivir. Sólo el Estado es el
empleador, salvo los enclaves hoteleros que
están penetrados hasta la taza por agentes
de la Seguridad del Estado. Así que el
pueblo cubano “participa” sólo en el partido
único, lee la prensa única, y lo ponen a
desfilar como República Dominicana en los
tiempos de su alter ego Trujillo, pues no ir
a un mitín era declararse opositor y
conllevaba múltiples riesgos. Para eso están
los chivatos de los CDR, para controlar y
chismear.
El último párrafo de la declaración dictada
a la UNEAC recurre a los viejos clisés de
siempre: la crítica a la intolerancia frente
a quienes piden apertura, derechos civiles,
democracia, etc., es una “nueva agresión”.
Y entonces el victimismo con el que han
embobado a más de uno: la tiranía cubana se
autodefine como “un país bloqueado y
acosado sin piedad”. El famoso “bloqueo”
no es más que la negativa de los Estados
Unidos a que empresas norteamericanas
compren y vendan bienes y servicios a Cuba.
¿Por qué se originó esa medida? Pues porque
el comandante en jefe expropió
unilateralmente las empresas norteamericanas
en la isla sin compensar a sus propietarios.
Se incautó de las inversiones existentes
cuando se adueñaron del poder. ¿Y qué podían
hacer los Estados Unidos para defender los
derechos de sus ciudadanos? ¿Puede un
gobierno unilateralmente militarizar una
empresa privada, quedársela a la fuerza y no
compensar a sus propietarios, y esperar que
todo siga como siempre? Ese fue el origen
del “bloqueo” que no es tal, es simplemente
una negativa de una de las partes, que se
siente agraviada y perjudicada, a realizar
intercambios comerciales con la otra.
El único bloqueo real que experimentó Cuba
fue el que ocurrió en 1962 con la Crisis de
los Misiles. Estados Unidos impuso un
bloqueo naval, el único verdadero, para que
barcos soviéticos no siguieran llevando a la
infortunada isla misiles nucleares para
amenazar a los Estados Unidos. Fue una
operación aventurera de Nikita Jruschov, el
entonces dictador comunista de la URSS, que
casi detona una tercera guerra mundial.
¡Imagínense al delirante dictadorcillo
cubano, con ínfulas de Napoleón del Tercer
Mundo, con el poder de atacar con misiles a
los Estados Unidos! El bloqueo naval
impuesto por los norteamericanos obligó a
Jruschov a negociar y las bases de misiles
fueron desmanteladas. Entonces Castro mandó
a los cubanos a vocear airados en las
calles: “Jruschov, mariquita, lo que se
da no se quita” y consignas semejantes.
Luego no ha habido bloqueo alguno,
simplemente un embargo comercial que es un
derecho que tiene un país de decidir con
quién comerciar y con quién no.
Tendrían que explicar mejor, los asalariados
de la Seguridad cubana que “dirigen” la
UNEAC, los desembarcos de militares cubanos
en Venezuela para combatir contra el
gobierno democrático de Rómulo Betancourt en
los años 60. La aventura de militares
cubanos junto al Che Guevara en Bolivia. Los
entrenamientos de aventureros políticos e
ingenuos cargados de buenas intenciones pero
de sorprendente candidez, para crear
guerrillas en sus países de origen. Los
desembarcos financiados de los Caamaño,
tanto el de Francis Caamaño como el segundo,
de su primo, contra un gobierno legítimo,
aunque no del gusto de los cubanos ni de las
izquierdas dominicanas. Su papel en el
Congo, el tráfico de piedras preciosas y
otros trasiegos que se hicieron durante la
aventura angoleña, su criminal rol en la
subversión y el desangre de Colombia, del
Perú y otras naciones, su apoyo al
terrorismo y su complicidad con
organizaciones como las FARC colombianas, la
ETA y grupúsculos semejantes (con las FARC
se sabe que coparticipan como socios en el
tráfico de drogas, una de las fuentes de
financiamiento de la incompetencia hecha
gobierno que es la dictadura militar
cubana).
Así que, si algo es “imprescindible”,
si hay una apelación a “la conciencia de
intelectuales y artistas”, es a quitarle
la careta a esta dictadura militar, a este
único gorilismo que todavía prevalece en
América, la expresión de la peor pesadilla
que han vivido nuestros pueblos: gobiernos
militares impuestos por la fuerza de las
botas y no por el derecho de los votos.
Nuestros modelos democráticos son
deficientes, insuficientes, limitados,
plagados de lacras como la corrupción, la
permisividad, la impunidad, etc., tenemos
mucho camino por delante hasta alcanzar
estadios civilizados de convivencia, de
respeto y legalidad. Pero son infinitamente,
cualitativamente, extraordinariamente
mejores que esa estafa que persiste en
autocalificarse como “revolución”
cuando en realidad representa una involución
hacia las peores maneras de sometimiento, en
que una claque se enseñorea y somete por la
fuerza a individuos despojados de todo
derecho y reclama que se les permita toda
tropelía, pues cualquier crítica es “una
nueva agresión”.
Quienes agreden con su indecente ejemplo,
con su modelo inhumano, con sus mentiras y
su carencia de decoro a nuestros pueblos y
naciones son los alabarderos de aquella
dictadura militar senil, inaceptable, contra
la que los cubanos han reaccionado
ejerciendo la única libertad que les queda:
la de dejarse morir por inanición frente al
despojo de los más elementales derechos. |