CARLOS BARBARITO
Fotografía de Ileana Andrea Gómez Gavinoser
Lengua para hablar… y Mi vida fue un error –dijo… 

Lengua para hablar…

Lengua para hablar, y al hablar la llamo.

Pero no acude, como si en su actual condición

tuviese otro nombre. Tal vez

lo que cambió fue mi lengua,

se volvió a sus oídos irreconocible.

Callo. Para no caer, trazo, con tiza,

signos sin sentido alguno en una pizarra;

abrazo una fe a la que hasta una rata rechazaría

y bebo de un vaso vacío, a pequeños sorbos,

a la hora en que el alba es sólo una hipótesis.

Mi vida fue un error –dijo…  

Mi vida fue un error –dijo. Y se arrojó al vacío.

Ese acto postrero, definitivo,  ¿rompió el cerrojo?

¿Pasó una esponja húmeda por cada una de las siete heridas?

¿Delineó, con arte angélico, una vía de salida?

¿Dio paso al goce, el fruto rojo bajo una luz blanca?

¿Trajo una espuma duradera, un padre renovado?

¿Detuvo al arpón en pleno vuelo hacia el pez?

¿Repuso la médula, la espalda, la espina?

¿Rehizo el devastado reino del escarabajo y la hormiga?

¿Desafiló el hacha, dio vista al ciego, recuperó salario y jardín?

¿Qué del eterno instante del parto, del unísono coral en viaje?

¿Qué del tributo seminal, del lento masaje en las encías?

¿Qué del vino bebido a pequeños sorbos, junto al fuego?

¿Y el sonido que, desde siempre, engendra?

¿Y el silencio que, desde siempre, acerca el agua a las orillas?

 

Carlos Barbarito

 
 

 




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