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Oscar Portela
Autobiografía Poética
Punto Muerto
...

(A Víctor Zaza y Enrique Rebull)

 

Era temprano, demasiado temprano.
La diana era blanca como la escarcha
del invierno, y migraban los días
como aves, llevadas por los vientos
de los faustos veranos. Luego grité:
"abandóname infancia o descíframe tus
enigmas", pero todo fue en vano: aquí
estoy poseído por un país de dulces aguas
y garzas blancas o moras, ya abandonado
para siempre, para siempre descarnado
y sin sueños, quieto, inmóvil, sombra
de mi mismo, "yo que estuve en toda
la oscuridad, y parte de la luz, o he
sido todo esto", Liza querida, ya para siempre,
sólo y a la intemperie de las bárbaras
imágenes que me poseen, en la vigilia
y en los sueños: Erase un pueblo (¡ay! Loreto)
llegado desde lejana Roma, y aupado por
los ángeles, lejano, inmóvil fuera de todo
todo tiempo, donde besé a mi madre,
tierna, tierna Marina, y al callado , casi
oscuro, casi silencio, Don Modesto Portela,
padres que me trajeron a estas tribales
tierras, donde pasé la infancia, adentrándome
en la infinitud del dios de los esteros,
y los libros que asolaron mi infancia
como varas de fuego: la sangre de ibérico león
corría por mis venas, toda ella poseída
por la mágia, negra o azul, de las mezcladas
razas de mi América: luego, Oscar Ignacio
Portela Bofill, y Molina Gómez de Barreda.
Los punzantes estiletes grabados en la carne
del alma del asfalto, donde el amor, otras imágenes,
hicieron nido en mí, "dolores" y fracasos,
estigmas y entusiasmos, que poco a poco,
hicieron de un niño enfermo y custodiado por
las gracias, el luciferino adolescente de una
edad de oro, en el cual venían hacia
mí, nuevos padres, amigos que ya no están
y sin embargo sobreviven, y el exilio y la cárcel,
y los aplausos, y rebeldías o claudicaciones
de un alma que había bebido néctares y frutos
de un paraíso perdido -1950, y luego, y luego,
las espectrales sombras, los insomnios eternos
como el amor perdido, como la roja muerte que se
llevó a mis padres, yo tigre, yo tauro, y ahora
sólo "poeta en tiempos de penuria",
re-escribiéndome a mi mismo, para borrar las
huellas que delatan mi huida, hacia donde, cuando?
Porque a pesar de todo aún respiro, aún mis manos
transpiran, y aún se posa en mi pecho el candor
Del jilguero que me acunó de niño.

Oscar Portela (Nov.2004)