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Introducción del Símbolo de la Fe
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Capítulo I Del fruto que se saca de la consideración de las obras de naturaleza. Y de cómo los santos juntaron esta consideración con la de las obras de gracia |
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Capítulo I:1 |
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Mas los cristianos, demás de estas obras de naturaleza, tenemos las de gracia, que son más altas, y nos dan mayor conocimiento de lo que es más glorioso en Dios, que es de su bondad y misericordia. Y aunque las de gracia sean más excelentes, porque tienen más alto fin, que es la santificación y deificación del hombre, pero como las obras de naturaleza sean hijas del mismo padre, y efectos de la misma causa, también nos dan conocimiento del principio de donde proceden. Esto nos declaran los cuatro postreros capítulos del Libro de Job, en los cuales, hablando Dios con este santo, le da conocimiento de su omnipotencia y sabiduría y providencia, representándole las maravillas de las obras que en este mundo visible tiene hechas. Para lo cual, comenzando por las partes mayores del universo, y declarando la grandeza de ellas, que son cielos, tierra y mar, discurre luego por todas las otras menores, esto es, por las lluvias, nieves, heladas, vientos, truenos y relámpagos, que se engendran en la media región del aire. Después de lo cual desciende a tratar de los animales de la tierra, y de las aves del aire, de la grandeza y fortaleza de los grandes peces de la mar. Y por estas cosas en que la sabiduría y omnipotencia divina resplandece, se da a conocer a aquel santo varón, enseñándole a filosofar en este gran libro de las criaturas, las cuales, cada una en su manera, predican la gloria del artífice que las crió. En este libro dijo el gran Antonio que estudiaba, porque preguntándole un filósofo en qué libro leía, respondió el santo: «El libro, oh, filósofo, en que yo leo, es todo este mundo». En este mismo libro estudiaba también aquel divino Cantor, el cual en muchos de sus Salmos recrea y apacienta su espíritu con la consideración así de las obras de naturaleza como de gracia. Y así en aquel Salmo que comienza «Los cielos predican la gloria de Dios», la mitad del Salmo gasta en contemplar estas obras de naturaleza, y la otra en una de las principales obras de gracia, que es en la pureza y la hermosura de la ley de Dios. Y en el Salmo 135 nos pide que alabemos a Dios porque con su entendimiento crió los cielos, y asentó la tierra sobre las aguas, y crió dos grandes lumbreras, el sol para alumbrar el día, y la luna para de noche. Y en el Salmo 146 manda que le alabemos, porque cubre el cielo de nubes, y con ellas envía el agua lluvia sobre la tierra, y produce en los montes heno e yerba para el servicio de los hombres, y porque provee de mantenimiento a todas las bestias, y a los hijuelos de los cuervos, cuando le llaman. Y en el Salmo que se sigue nos pide que le alabemos porque nos da pan en abundancia, y por las nieves que nos envía de lo alto, y las nieblas, y por los fríos, y por los vientos, y por las lluvias. De manera que en todos estos Salmos junta las obras de naturaleza con las de gracia, y por las unas y por las otras canta los divinos loores. Mas en el Salmo 103, que comienza «Benedic, anima mea», el segundo discurre por la hermosura y fábrica y orden de todas las cosas criadas en el cielo, y en la tierra, y en la mar, y por todas ellas alaba a Dios. Y al principio de él dice que está Dios vestido de alabanza y hermosura, significando por estas palabras cómo todas las criaturas declaran cuán grande sea su hermosura, y cuán digno de ser alabado por ella. Mas al fin del Salmo, como espantado de tantas maravillas, exclama diciendo: «¡Cuán engrandecidas son, Señor, vuestras obras! Todas están hechas con suma sabiduría, y la tierra está llena de vuestras riquezas». Esta admiración de las obras de Dios anda siempre acompañada con una gran alegría y suavidad, la cual el mismo Profeta declaró en otro Salmo diciendo: «Alegraste, Señor, mi ánima con las cosas que tenéis hechas, y con la consideración de las obras de vuestras manos me gozaré». Esta espiritual alegría se recibe cuando el hombre, mirando la hermosura de las criaturas, no para ellas, sino sube por ellas al conocimiento de la hermosura, de la bondad y de la caridad de Dios, que tales y tantas cosas crió no sólo para el uso, sino también para la recreación del hombre. Porque así como una rica vestidura parece más hermosa vestida en un lindo cuerpo que mirándola fuera de él, así parecen más hermosas las criaturas aplicándolas al fin para que fueron criadas, que es para ver en ellas a Dios, porque así como la vestidura se hizo para ornamento del cuerpo, así la criatura para conocer por ella al Criador. Y por esto, no sólo con mayor fruto, sino también con mayor gusto, miran las personas espirituales estas cosas criadas, como son cielo, sol, luna, estrellas, campos, ríos, fuentes, flores y arboledas, y otras semejantes. |
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