FULCANELLI

Notable físico nuclear y gran alquimista francés, autor de dos valiosísimas obras de alquimia; “El Misterio de las Catedrales”, cuya primera edición se publicó en el año de 1926, y “Las Moradas Filosófales”, en el año de 1930 y que contiene los secretos de la Gran Obra.

Eugene Canseliet, su discípulo, en el “Prefacio a la segunda edición” del “Misterio de las Catedrales”, escribe:

“En nuestra introducción a Las Doce Claves de la Filosofía, repetimos a propósito que, BASILIO VALENTÍN (famoso monje benedictino del monasterio de Erfurt, en Alemania, Año 1413) fue el iniciador de nuestro Maestro. (...) En aquella época ignorábamos la carta tan conmovedora que transcribimos aquí y que tiene toda la belleza cautivadora del impulso del entusiasmo, el acento del fervor que inflama súbitamente al escritor anónimo a causa del desvanecimiento de su firma, como lo es el destinatario por la falta de dirección, indudablemente, este fue el maestro de FULCANELLI el cual dejó, entre sus cartas, aquélla reveladora, marcada en cruz por dos líneas sucias de carbón a lo largo de la señal del pliegue, por haber estado tanto tiempo cerrada en un portafolio, donde aun fue alcanzada por el impalpable polvo y grasa del enorme horno siempre en actividad. Así, el autor del Misterio de las Catedrales, conservó durante muchos años, como un talismán, la prueba escrita del triunfo, de su verdadero iniciador, prueba que nada nos prohíbe publicar hoy, sobretodo porque ella da la idea potente y justa del ambiente sublime en el que se coloca la Gran Obra. Pensamos que no se nos reprochará lo largo de la extraña carta, de la que sería un pecado, eliminar tan sólo una palabra:

Mi querido amigo,

Esta vez, habéis verdaderamente recibido el Don de Dios; es una gran Gracia, y por primera vez, me doy cuenta de cuán raro sea este favor. En efecto, yo creo que el arcano, en su abismo insondable de simplicidad, no se encuentra con la sola ayuda del raciocinio aún siendo éste muy sutil y ejercitado. Al fin estáis en posesión del Tesoro de los Tesoros, y damos gracias a la Luz Divina que os ha hecho partícipes. Además, lo habéis merecido justamente con vuestra inquebrantable fe en la Verdad, en la constancia de los esfuerzos, la perseverancia en el sacrificio, y también, no lo olvidemos... con vuestras buenas obras.

Cuando mi mujer me anunció la bella noticia, quedé asombrado de la gloriosa sorpresa y no cabía ya más en mí de la felicidad. A tal punto que me dije: porque no paguemos esta hora de euforia con algo terrible en un mañana. Mas, si bien informado brevemente de la cosa, he creído entender, lo que confirma mi certidumbre, que el fuego solamente es apagado cuando la Obra se completa y toda la masa tintórea impregna el vidrio que, de decantación en decantación, al final queda completamente saturado y luminoso como el sol.

Habéis empujado vuestra generosidad hasta el punto de asociarnos a este elevado y oculto conocimiento que os pertenece por derecho y que es totalmente personal. Mejor que otro, advertimos todo el valor, y mejor que otro estamos en condiciones de quedaros eternamente agradecidos. Sabed bien que las más bellas frases, las más elocuentes manifestaciones no valen lo que la conmovedora simplicidad de estas palabras: SOIS bueno, y es propiamente por esta gran virtud que Dios ha puesto sobre vuestra frente la diadema de la verdadera realeza. Él sabe que haréis un noble uso del cetro y del inestimable gaje que conlleva. Desde mucho tiempo ya, Os conocemos como el manto azul de vuestros amigos en sus necesidades; el manto caritativo se ha súbitamente agigantado, porque, ahora, todo el azul del cielo, y su gran sol, cubren vuestras nobles espaldas. Podéis disfrutar ampliamente de esta grande y rara felicidad para gloria y consuelo de vuestros amigos, y también de vuestros enemigos, porque la desgracia borra todo y ya disponéis de la vara mágica que cumple todos los milagros.

Mi mujer, con aquella inexplicable intuición de las personas sensitivas, tuvo un extraño sueño. Vio un hombre envuelto en todos los colores del arco iris y elevado hasta el sol. La explicación no se ha hecho esperar. ¡Qué maravilla! ¡Qué bella y victoriosa respuesta a mi carta llena de dialéctica y — teóricamente — exacta, mas, cuán lejana aún, de lo Verdadero, de lo Real! ¡Ah! Se podría casi afirmar que quien ha saludado la estrella de la mañana ha perdido para siempre el uso de la vista y de la razón, porque está fascinado por esta falsa luz y precipitado en las tinieblas. - A menos que, como ha sido con vos, un gran golpe de fortuna no lo aleje bruscamente de la orilla del precipicio.

No veo la hora de veros nuevamente, querido amigo mío, de volver a escuchar el relato de las últimas horas de angustia y de triunfo, Mas, tened en cuenta, que es tanta la felicidad que sentimos y tanta la gratitud que hay en nuestro corazón, que jamás alcanzaré a expresarme en palabras, ¡aleluya!

Os abrazo y me felicito con vos
Vuestro viejo amigo...

Esta preciosísima carta, es un testimonio muy diciente como para que se le haga algún comentario. Bástenos sólo decir que quien alcanza el “Donum Dei” ha consumado la gran Obra y alcanzado la inmortalidad.

Eugene Canseliet, en su prologo a la “Segunda Edición” del “Misterio de las Catedrales”, dice: “Cuando escribió el Misterio de las Catedrales, en 1922, Fulcanelli no había recibido El Don de Dios.

Y en el Prefacio a la Primera Edición, con fecha Octubre de 1925, dice Canseliet: “Desde mucho tiempo ya, el autor de este libro no está más entre nosotros.” Por lo que se entiende que entre 1922 y 1925 el Maestro Fulcanelli recibió el “Donum Dei”. Posteriormente su Obra “Las Moradas Filosófales”, fue publicada en 1930.

Desde entonces, Fulcanelli se perdió en el misterio.

En 1937, Jacques Bergier, asistente del físico-nuclear André Helbronner, se entrevistó con Fulcanelli. El contenido de esta entrevista lo podrá conocer el lector en nuestro capitulo La Conciencia Atómica.

En 1953, Louis Pawels, autor de la obra “El Retorno de los Brujos”, tuvo la certeza de haber encontrado a Fulcanelli en un café de París.

Eugene Canseliet, el hombre más próximo a Fulcanelli en todo el curso de este intrigante misterio, afirma que conoció a su maestro en España, en fecha tan reciente como el año 1954.

Si, como dijo Canseliet, Fulcanelli tenía ochenta años cuando trabajaron juntos por primera vez en los años veinte, el maestro debía de tener de 100 a 110 años cuando tuvo lugar aquel encuentro en España.

Es indudable que Canseliet estuvo aquel año en España. Gerard Heym, erudito en ocultismo, conoció a Canseliet a causa de su amistad con su hija, y vio el pasaporte de Canseliet. En él figuraba el visado de entrada en España, fechado en 1954.

Cómo recibió Canseliet la llamada para ir a España, es cosa menos sabida; pero Heym tuvo la impresión de que el mensaje le fue transmitido de alguna manera paranormal, posiblemente por clarividencia.

Informadores próximos a Canseliet me refirieron lo que el viejo alquimista dijo que había ocurrido en tal ocasión. Puede resumirse así:

Después de recibir la misteriosa llamada, Canseliet hizo sus bártulos y emprendió el viaje a España. Su lugar de destino era Sevilla, donde alguien se reuniría con él.

Efectivamente, alguien salió a su encuentro —no se sabe exactamente quién— y Canseliet fue llevado a un gran palacio o castillo en la montaña. Allí fue recibido por su viejo maestro, Fulcanelli, el cual tenía aún el aspecto de un hombre de unos cincuenta años. Canseliet tendría entonces cincuenta y cuatro.

Canseliet fue conducido a sus habitaciones, en un piso alto de una de las torres del Castillo, y su ventana daba a un patio grande y rectangular. Durante su estancia, Canseliet tuvo la clara impresión de que el castillo era un gran refugio secreto de toda una colonia de distinguidos alquimistas — posiblemente, incluso adeptos como su maestro — y que era propiedad de Fulcanelli. Poco después de su llegada, le mostraron un “petit laboratoire” y le dijeron que podría trabajar y experimentar en él.

Al volver a sus habitaciones, Canseliet se asomó a la ventana para respirar el aire fresco y observó el patio inferior. Allá abajo, vio un grupo de niños — probablemente hijos de otros invitados en el castillo — que estaban jugando. Pero había algo extraño en ellos. Al fijar más la atención, comprendió que eran las ropas que llevaban. Parecían trajes del siglo XVI. Los niños estaban entregados a alguna clase de juego, y Canseliet pensó que se habrían vestido de aquel modo para alguna mascarada o fiesta de disfraces. Aquella noche se acostó y no volvió a pensar en el incidente.

Al día siguiente, volvió a sus experimentos en el laboratorio que le habían destinado. De vez en cuando, se presentaba su maestro, le hablaba brevemente y comprobaba sus progresos.

Una mañana, Canseliet bajó la escalera de la torre donde se alojaba y se plantó en una puerta abovedada que daba al patio. Estaba allí cuando oyó voces.

Cruzando el patio, se acercaba un grupo de tres mujeres, charlando animadamente. Canseliet se sorprendió al ver que llevaban vestidos largos y holgados al estilo del siglo XVI, como los niños que había visto un par de días antes, ¿Sería otra mascarada? Las mujeres seguían acercándose.

Canseliet se debatió entre la sorpresa por lo que veía y la incomodidad de verse sorprendido en parcial deshabillé. Iba a dar media vuelta y volver a sus habitaciones, cuando, al pasar las mujeres por delante del lugar donde se hallaba, una de ellas se volvió, le miró y sonrió.

Fue cuestión de un breve instante. La mujer se volvió de nuevo a sus compañeras y juntas siguieron su camino, fuera de su campo visual.

Canseliet se quedó pasmado. Jura que la cara de la “mujer” que le había mirado era la de Fulcanelli.

“Por extraña que parezca la historia, Canseliet afirma que le vio y que, Comprensiblemente, sólo lo había confiado a unos íntimos amigos”

Hasta aquí estos párrafos de la obra “El Misterio Fulcanelli”.

Terminaremos esta breve relación sobre lo que nuestro Venerable Maestro SAMAEL AUN WEOR nos dice con relación a Fulcanelli:

FULCANELLI ES UN RESURRECTO QUE REALIZO LA GRAN OBRA. Su máxima obra, precisamente, ha sido llamada “LAS MORADAS FILOSÓFALES” y nadie, desgraciadamente la ha entendido, Ello se debe a que, para entenderla, es necesario haberla realizado... Después de la segunda guerra mundial, ciertos servicios secretos estuvieron buscando a Fulcanelli (él es un experto físico nuclear) para arrancarle alguna información, pero, afortunadamente, él supo evadirse y ahora está en ciertos lugares secretos que son, a su vez, Templos o Monasterios.